La convivencia armoniosa entre los seres
humanos y los animales y las plantas estaba en la mente y el corazón de Dios
Padre Creador. Hablando respecto de la dignidad de la mujer y del hombre, de su
superioridad en relación a los demás seres vivos y a la naturaleza, y de su
responsabilidad sobre la creación, las Sagradas Escrituras, en el libro del
Génesis, afirma que el ser humano fue la única creatura hecha a imagen y
semejanza de Dios, que el Padre Creador permitió a la mujer y al hombre que
dispusieran de los animales y de las plantas para su alimentación y colaboración
en el trabajo, y que el ser humano tiene la misión de cuidar y proteger tanto
la naturaleza cuanto los animales y las plantas.
De hecho, desde tiempos muy antiguos, las
mujeres y los hombres - en la medida de lo posible - han domesticado algunos animales
para que convivieran más armoniosamente junto a sus familias, beneficiándose de
sus capacidades y habilidades específicas: fuerza, belleza, vigilancia,
inteligencia, vitalidad, obediencia, alegría etc.
Anteriormente, los animales eran
conservados fuera de la residencia, que era reservada exclusivamente a los
seres humanos. Para protegerlos del frío y calor extremos y de animales
predadores, sus dueños les construían casitas, donde descansaban y recibían
comida y agua. En la mayor parte del tiempo permanecían libres, siendo
encadenados solo en caso de agresividad o de peligro.
En los últimos tiempos los animales fueron
siendo introducidos en las residencias, dividiendo el espacio con sus dueños,
descansando entre ellos, recibiendo cada vez más cuidado y atención. Algunos
dueños, por ejemplo, duermen con sus mascotas, se les compran joyas, dan
nombres humanos a ellas, conmemoran su cumpleaños, pasean con ellas en centros
comerciales, se les llevan a restaurantes, gastan frecuentemente grandes montos
de dinero en higiene y moda para animales etc.
Algunas personas y parejas han preferido
adquirir perros y gatos que generar vidas humanas, la convivencia con las
mascotas a compartir con familiares y amigos.
Esas actitudes pueden indicar, por un lado,
que las personas y parejas han buscado ser más conscientes y han evitado
generar vidas humanas de modo irresponsable y; por otro lado, también pueden
indicar que las mujeres y hombres han pasado por experiencias familiares,
conyugales y de amistades marcadas por la frustración, la decepción, el
desprecio, la violencia, que ya no creen en la convivencia armoniosa con otras
personas, invirtiendo en las mascotas.
Una cosa es cierta: la dignidad del ser
humano es superior a la de las mascotas. Jamás una persona puede ser
reemplazada por un animal. La necesidad humana de amor, de afecto, de
comprensión, de complementariedad solo puede ser plenamente satisfecha con
otros seres humanos. Generar y cuidar de una vida humana, conviviendo y
creciendo con ella, tiene un potencial humanizador que mascota alguna puede
ofrecer.
No es sano a la estructura intelectual y
psíquica de un ser humano bajar al status de un animal, ni tampoco elevarlo al
status de persona. Solo la convivencia entre seres humanos es capaz de hacerlos
crecer y desarrollarse como persona y, por sobre todo, como hijos de Dios.