sexta-feira, 20 de dezembro de 2019

¿Las mascotas reemplazan la compañía y el cariño de los seres humanos?


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La convivencia armoniosa entre los seres humanos y los animales y las plantas estaba en la mente y el corazón de Dios Padre Creador. Hablando respecto de la dignidad de la mujer y del hombre, de su superioridad en relación a los demás seres vivos y a la naturaleza, y de su responsabilidad sobre la creación, las Sagradas Escrituras, en el libro del Génesis, afirma que el ser humano fue la única creatura hecha a imagen y semejanza de Dios, que el Padre Creador permitió a la mujer y al hombre que dispusieran de los animales y de las plantas para su alimentación y colaboración en el trabajo, y que el ser humano tiene la misión de cuidar y proteger tanto la naturaleza cuanto los animales y las plantas.
De hecho, desde tiempos muy antiguos, las mujeres y los hombres - en la medida de lo posible - han domesticado algunos animales para que convivieran más armoniosamente junto a sus familias, beneficiándose de sus capacidades y habilidades específicas: fuerza, belleza, vigilancia, inteligencia, vitalidad, obediencia, alegría etc.
Anteriormente, los animales eran conservados fuera de la residencia, que era reservada exclusivamente a los seres humanos. Para protegerlos del frío y calor extremos y de animales predadores, sus dueños les construían casitas, donde descansaban y recibían comida y agua. En la mayor parte del tiempo permanecían libres, siendo encadenados solo en caso de agresividad o de peligro.
En los últimos tiempos los animales fueron siendo introducidos en las residencias, dividiendo el espacio con sus dueños, descansando entre ellos, recibiendo cada vez más cuidado y atención. Algunos dueños, por ejemplo, duermen con sus mascotas, se les compran joyas, dan nombres humanos a ellas, conmemoran su cumpleaños, pasean con ellas en centros comerciales, se les llevan a restaurantes, gastan frecuentemente grandes montos de dinero en higiene y moda para animales etc.
Algunas personas y parejas han preferido adquirir perros y gatos que generar vidas humanas, la convivencia con las mascotas a compartir con familiares y amigos.
Esas actitudes pueden indicar, por un lado, que las personas y parejas han buscado ser más conscientes y han evitado generar vidas humanas de modo irresponsable y; por otro lado, también pueden indicar que las mujeres y hombres han pasado por experiencias familiares, conyugales y de amistades marcadas por la frustración, la decepción, el desprecio, la violencia, que ya no creen en la convivencia armoniosa con otras personas, invirtiendo en las mascotas.
Una cosa es cierta: la dignidad del ser humano es superior a la de las mascotas. Jamás una persona puede ser reemplazada por un animal. La necesidad humana de amor, de afecto, de comprensión, de complementariedad solo puede ser plenamente satisfecha con otros seres humanos. Generar y cuidar de una vida humana, conviviendo y creciendo con ella, tiene un potencial humanizador que mascota alguna puede ofrecer.
No es sano a la estructura intelectual y psíquica de un ser humano bajar al status de un animal, ni tampoco elevarlo al status de persona. Solo la convivencia entre seres humanos es capaz de hacerlos crecer y desarrollarse como persona y, por sobre todo, como hijos de Dios.



quinta-feira, 19 de dezembro de 2019

¿Cómo limitar el uso de las tecnologías para que no perjudiquen la convivencia familiar, los estudios, el trabajo, la oración?


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Los cambios culturales traídos en las últimas décadas a través de las TIC - Tecnologías de la Información y Comunicación - son irreversibles. Es una pérdida de tiempo imaginar el mundo sin dispositivos electrónicos, sin teléfonos y televisores inteligentes, sin aplicaciones que reproducen películas y series por Internet, sin juegos en red etc. Esos recursos tecnológicos vinieron de una vez por todas, permanentemente.
Es necesario acostumbrarse con su presencia entre nosotros, en nuestras familias, en el ambiente laboral, en los colegios y universidades, en las iglesias y reuniones pastorales etc.
Al comienzo de esta transición cultural, eran consideradas incómodas las personas que, en vez de ofrecer atención completa y total (con comunicación visual), utilizaban las redes sociales, contestando mensajes. En la actualidad, la situación es al revés: incómodas son las personas que todavía exigen de las otras tal calidad de atención, ignorando que el ser humano desarrolló la capacidad da atención múltiple, realizando diferentes actividades a la vez y comunicándose simultáneamente con varias personas de modo presencial y virtual, por escrito, por imágenes y por vídeos.
Las personas ancianas o más tradicionales todavía son las que se sienten incomodadas. Sin embargo, muchos padres y educadores se han adaptado a la nueva mentalidad y han introducido los recursos tecnológicos en la comunicación intrafamiliar y educativa. Lo mismo se puede afirmar respecto del ambiente laboral y eclesial - por supuesto, sin perjuicio de productividad ni de resultados pastorales.
Pero, es evidente que ni la sociedad ni las familias han sabido educar satisfactoriamente para la utilización equilibrada y sana de los recursos tecnológicos. La atención fácilmente se dispersa, surge una especie de dependencia o adicción a las tecnologías, que genera ansiedad, depresión, estrese, angustia, agresividad. Amistades, noviazgos y hasta casamientos se deshacen, funcionarios y obreros son demitidos, alumnos son reprobados, la oración es olvidada, la vida se vuelve más sedentaria, los lazos familiares se debilitan, los círculos sociales se comprimen etc.
Profesionales del área de la salud psíquica y de la pedagogía y educación son unánimes en reafirmar la importancia de los padres y educadores en la insistencia de la transmisión de valores, de modo más práctico y vivencial que teórico, como familia, amistad, comunicación afectiva, Dios, contacto con la naturaleza, visitación a diferentes lugares y culturas, práctica artística y deportiva como espacio sano de socialización, cuidado de las personas más necesitadas y del medioambiente etc.
Para asegurar el aspecto práctico y vivencial, los padres y educadores, sí, pueden y deben establecer límites de tiempo y de lugar para la utilización de los recursos tecnológicos, especialmente para los niños, adolescentes y jóvenes, preferencialmente consultándoles, evitando el autoritarismo. Los lugares y tiempos sin los recursos tecnológicos sean ocupados de modo positivo y estimulante.
Finalmente, las personas adultas necesitan dar el ejemplo a fin de que los niños, adolescentes y jóvenes sean estimulados a preferir lo humano y natural al mecánico y artificial, aprendiendo y redescubriendo la belleza y la superioridad de Dios, la familia, la amistad, el bien, la vida.



quarta-feira, 18 de dezembro de 2019

¿Usted ya tuvo una "experiencia personal" con Jesucristo, con el Espíritu Santo? ¿Cómo sería esa experiencia?


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El Cristianismo posee una innegable dimensión doctrinal, un embasamiento teórico muy bien expresado por las ciencias teológicas, sintetizado en el Catecismo de la Iglesia Católica. Es como un enorme edificio formado por verdades ensambladas unas en las otras, en las cuales se sostiene y se transmite la fe cristiana de generación en generación, de un modo inteligible, atendiendo a las exigencias de la racionalidad humana.
Pero la dimensión doctrinal no es el todo; antes de ella y más importante que ella está la experiencia personal con Dios Padre e Hijo y Espíritu Santo. Se trata de una experiencia que, sin negar la racionalidad, se basa en el intenso sentimiento de sentirse encontrado, amado, perdonado, restaurado, comprendido, acompañado, sostenido, amparado, protegido por Dios.
Tal sentimiento es tan intenso que suele venir acompañado de reacciones emocionales, como frío, calor, temblor, sudor, palpitaciones, lágrimas, sonrisas, entre otras sensaciones.
Nosotros los cristianos afirmamos que Dios es persona; o mejor, tres Personas en una sola Divinidad. En otras palabras, Él no es una idea, una energía, una luz, una fuerza. Él es Persona, y quiere relacionarse personalmente con cada mujer y hombre.
La irreemplazable dimensión comunitaria del Cristianismo no tiene la más mínima pretensión de anular o disminuir la experiencia personal con Dios; es totalmente lo contrario, la comunidad se empeña para crear las condiciones necesarias para que la experiencia personal con Dios sea posible.
Una auténtica experiencia personal con Dios necesariamente conduce hacia la vida en comunidad, hacia el testimonio alegre de la fe en las pastorales y movimientos, en las visitas misioneras, en el compromiso con los hermanos más necesitados. La verdadera experiencia personal con Dios no aísla la mujer y el hombre en un intimismo religioso o subjetivismo espiritual.
Quien ya pasó por la experiencia personal con Dios siente una necesidad incontrolable de ayudar otras personas para que tengan la misma oportunidad.
Valorando particularmente los sacramentos de la Iglesia y los tiempos litúrgicos con sus respectivas solemnidades y fiestas, los ministros ordenados y no ordenados se empeñan en motivar los fieles para que se abran y alcancen la experiencia personal con Dios, a través de momentos de espiritualidad, de predicaciones, de cánticos, de dinámicas, de objetos y símbolos, de gestos y votos, de procesiones y peregrinaciones etc.
Sin juzgar la experiencia espiritual de nadie, desafortunadamente existe una enorme posibilidad de que muchos fieles hayan recibido los sacramentos del Bautismo, la Eucaristía, la Confirmación y la Reconciliación, pero todavía no hayan hecho una experiencia personal con Dios. 
En algunos casos, la relación con Dios es solo racional, sin bajar al corazón, al centro de cada mujer y hombre. También suele pasar que un fiel esté comprometido en alguna comunidad, pastoral o movimiento, pero con objetivos y actitudes no necesariamente cristianos, puramente humanos, sociológicos, institucionales.
Urge que los ministros ordenados y no ordenados sigamos estimulando las mujeres y hombres, de todas las edades, en la Iglesia y la sociedad, para que tengan una auténtica experiencia personal con Dios y, a la vez, incentiven los fieles que ya vivieron esa experiencia para que perseveren en ella, sin perder el amor primero, especialmente en las dificultades de la vida.



terça-feira, 17 de dezembro de 2019

¿Por qué la participación de los hombres es menor que la de las mujeres en la Iglesia?


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Los hombres, así como las mujeres, fueron creados por Dios con una abertura al espiritual, para lo que está más allá de sus cinco sentidos y de su inteligencia y racionalidad. Los hombres también poseen una capacidad emocional y afectiva que se expresa en gestos y palabras y en la creatividad artística.
Es curioso notar que, en lo que se refiere a las grandes religiones históricas, los fundadores fueron hombres: Moisés, Jesús, Mahoma, Sidarta Gautama etc, y también sus seguidores más directos. Cuando pensamos en las iglesias cristianas históricas, observamos el mismo fenómeno: Martín Lutero, Juan Calvino, Enrique VIII etc.
El interés de los hombres por lo sagrado y por lo religioso es una evidencia. Ellos poseen una sensibilidad por el misterio, y desean conocer a Dios y Su Voluntad, experimentar Su amor, y colaborar con Él a través del servicio generoso y desinteresado a las personas más necesitadas, especialmente con las habilidades y aptitudes propiamente masculinas.
Culturalmente hablando, desde la infancia más lejana, los hombres fueron siendo entrenados por sus padres y educadores para asumir tareas y responsabilidades más prácticas, dirigidas más a la exterioridad. El objetivo era entrenar los futuros jefes de familia, capaces de proveer las necesidades materiales de la esposa y de los hijos.
Eso fue más evidente durante la llamada Revolución Industrial, cuando los obreros trabajaban hasta 18 horas por día en las fábricas, retornando a casa solo para dormir. La educación de los hijos quedaba prácticamente a los cuidados de la madre, aunque no tardara para que las mujeres y los niños también fueran admitidos al trabajo en las fábricas.
Es cierto que, en las últimas décadas, las mujeres fueron ganando mayor autonomía intelectual, profesional y económica y fueron conquistando la igualdad de derechos y deberes en relación a los hombres, en la sociedad y en la Iglesia. Pero las bases culturales tantos masculinas cuanto femeninas todavía siguen muy presentes en los modelos educativos familiares y escolares.
Anteriormente, las funciones de los hombres estaban bien definidas dentro del propio hogar, y eran aceptadas tanto por sus esposas cuanto por sus hijos. Esa experiencia era llevada al ambiente de la Iglesia y de sus comunidades. En la actualidad, los hombres han encontrado dificultades para ejercer aquellas funciones tradicionales y suelen ser cuestionados por las esposas y por los hijos. Y esa situación se repite dentro de la Iglesia y de sus comunidades.
Hoy todavía encontramos un considerable número de hombres que no se sienten motivados por la Iglesia ni por sus actividades porque fueron entrenados para asumir tareas y responsabilidades más prácticas, dirigidas más a la exterioridad. Cuando no encuentran condiciones para desempeñar estas funciones, los hombres pierden las motivaciones.
El ambiente eclesial, cada vez más femenino, también acaba siendo un desafío para los hombres que, culturalmente, no se prepararon para trabajar en colaboración con las mujeres, o inclusive para respetarlas como coordinadoras y expertas agentes de pastoral. El subjetivismo, la emotividad y la sensibilidad excesiva de las mujeres también suelen ser excusas masculinas para no participar de la Iglesia y de sus actividades.
Importa que toda la Iglesia - ministros ordenados y no ordenados, hombres y mujeres, niños, jóvenes y adultos - tome consciencia del creciente alejamiento y falta de interés de los hombres y juntos, comenzando por las familias, repiensen sus modelos educativos y se empeñen para atraer la participación masculina de modo harmónico con las mujeres, en una perspectiva de complementariedad.



segunda-feira, 16 de dezembro de 2019

¿La Navidad es una fiesta pagana?


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El centro del anuncio cristiano, sin dudas, era el misterio de la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo, para despertar la fe en los oyentes. En seguida, las enseñanzas más importantes y los milagros más significativos de la vida pública de Jesús eran anunciados a quienes acogían la fe cristiana, a fin de que los discípulos se identificaran con el Maestro a través del conocimiento y la espiritualidad.
No tardó mucho tiempo para que las personas comenzaran a hacer preguntas respecto de la infancia y adolescencia de Jesús, de Su vida familiar y, más importante todavía, sobre el misterio de Su nacimiento. 
Buscando satisfacer esa curiosidad, los evangelistas Mateo y Lucas, inspirándose en la vida común de las familias y de los niños que vivían en Israel y profesaban la fe judía, y fundamentándose también en los abundantes escritos de los antiguos profetas sobre el Mesías Salvador, escribieron sobre la concepción milagrosa de la Virgen María acompañada por su esposo José, el hombre justo y carpintero.
Las informaciones eran escasas, pero la intención principal era despertar la fe en los oyentes y demostrar que las antiguas profecías se cumplieron en Jesús, el Mesías Salvador.
No hay información segura sobre la fecha del nacimiento del Hijo de Dios hecho Hombre. Pero como los cristianos consideraban importante celebrar ese acontecimiento tan grandioso y estupendo, que marcó la historia entre antes y después de Su nacimiento, fue necesario definir una fecha. Y el día 25 de diciembre fue elegido, seguramente influenciado por la tradicional fiesta romana dedicada al Sol - adorado como una divinidad antes de la llegada de la fe cristiana.
En aquella ocasión, había grandes banquetes con comidas y bebidas abundantes e intercambio de regalos, despidiéndose del otoño y preparándose para el intenso invierno en el hemisferio norte, cuando los días serían más largos y las noches más cortas.
Por tratarse de una fiesta muy popular, los cristianos conservaron sus aspectos positivos y, no sin dificultad, le fueron dando un nuevo significado, apuntando para el nacimiento de Jesús, el Sol que nace de lo alto y que vino a visitarnos - conforme el evangelista Lucas.
De a poco fueron introducidas otras costumbres populares, como la figura del buen anciano que dejaba monedas de oro en las chimeneas de las familias más pobres - cuyas fuentes remiten a San Nicolau, obispo de Mira, en el siglo IV, en Turquía. Su apariencia se fue cambiando hasta llegar al aspecto actual: gordito, alegre con ropas y sombrero rojos.
La tradición de armar el pesebre con imágenes del niño Jesús, la Virgen María, José, los pastores y los reyes magos del Oriente - recreando artísticamente las narrativas de los evangelistas Mateo y Lucas - han sido muy útil en la evangelización de los niños y de las personas que no tuvieron la oportunidad de ser alfabetizadas, además de ayudar en la ornamentación cristiana de esta fiesta.
El árbol de Navidad también es una tradición bastante popular. Inicialmente, era un pino de verdad, parcialmente cubierto por la nieve blanquita y, por la noche, iluminado por la luna y las estrellas brillantes. De a poco ese bello paisaje fue llevado a las casas, primero a los jardines y luego para los ambientes internos. Las antiguas velas fueron siendo reemplazadas por luces coloridas intermitentes, entre otros adornos navideños.
En otras palabras, la actual fiesta cristiana de la Navidad se fue apropiando de elementos culturales inicialmente no religiosos o cristianos, pero que fueron resignificados con el objetivo de despertar en las personas la fe, la generosidad y la alegría motivadas por el nacimiento del Mesías Salvador, Jesús, el Hijo de Dios hecho Hombre. Importa no perder la motivación central de la Navidad en medio de tantas tradiciones culturales que fueron siendo introducidas, muchas veces por intereses económicos y comerciales. No hay Navidad verdadera sin la referencia explícita a Jesús.



sexta-feira, 6 de dezembro de 2019

¿Por qué tenemos que "pagar tasas" para recibir algunos sacramentos? ¿La Gracia de Dios no debería ser gratis?


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El Código de Derecho Canónico - conjunto de normas que rigen la Iglesia Católica Apostólica Romana - permite que sean cobradas tasas - debidamente definidas por cada diócesis - para el recibimiento de algunos sacramentos.
Esa es una práctica antiquísima en el Cristianismo Católico, inspirada inclusive en las Sagradas Escrituras, que, aunque no lo afirme literalmente, da a entender que el ministro ordenado tiene derecho al propio sustento digno, una vez que se dedica exclusivamente a la atención espiritual y pastoral de los fieles, sin otra fuente de ingreso económico.
Como se sabe, las tasas cobradas consideran también otros gastos relacionadas a la administración de algunos sacramentos, por ejemplo: el combustible utilizado para la movilidad del ministro ordenado, el mantenimiento de los templos (limpieza, organización, iluminación, ventiladores, flores, velas, agua etc), los funcionarios responsables por la preparación de los documentos correspondientes (y sus dispositivos de trabajo: computador, teléfono, Internet), entre otras gastos.
Aunque sea una práctica permitida, algunas comunidades se han esforzado para desasociar los sacramentos de sus tradicionales tasas, a fin de que quede más evidente que la Gracia de Dios es gratis, y que nadie tiene que pagar para tener acceso a Ella.
Tales comunidades han optado por un trabajo más dedicado a la Pastoral del Diezmo, concienciando a los fieles que, cumpliendo regularmente su compromiso cristiano con las necesidades materiales de la Iglesia, las tasas dejan de existir y se supera definitivamente la incómoda idea de compra y venta de la Gracia de Dios.
También hay comunidades que optan por realizar actividades promocionales y fiestas tradicionales, involucrando tanto los fieles cuanto los comerciantes y empresarios locales, contando con el apoyo de la iniciativa pública y privada.
De cualquier modo, el objetivo es no depender exclusivamente de tasas cobradas para la administración de algunos sacramentos, para el sostenimiento de los ministros ordenados y para el mantenimiento del templo y de sus funcionarios.
Las comunidades que todavía optan por el cobro de las tasas deben informar bien a los fieles - especialmente a los más alejados de la Iglesia y que se acercan casi exclusivamente para la celebración de algunos sacramentos - que la Gracia de Dios es absolutamente gratis y que, en la eventualidad de que una persona o familia no reúna las condiciones económicas suficientes para pagar las tasas, de modo alguno estaría privada de la Gracia sacramental, pues la Iglesia la dispensaría de tal pago.
En última palabra, los fieles que sirven a la catequesis en preparación a los sacramentos deben estar bien conscientes y expresarse de modo claro y objetivo respecto de las tasas, ya que una palabra impropia o fuera del lugar puede ser mal interpretada y prestarse a confusiones que afectan la credibilidad de la Iglesia como institución fiel a las enseñanzas evangélicas. 



quinta-feira, 5 de dezembro de 2019

¿Puede recibir el sacramento del Matrimonio una persona no católica, no cristiana, atea?


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El Matrimonio es uno de los siete sacramentos - que son los signos sensibles por los cuales la Gracia de Dios se manifiesta en la vida de los fieles, especialmente en los momentos más importantes. Los otros sacramentos son: el Bautismo, la Eucaristía, la Confirmación, la Reconciliación, la Unción de los Enfermos y el Orden Sagrado.
La vida sacramental inicia con el Bautismo, que marca el nacimiento del fiel por el agua y el Espíritu Santo, como legítimo hijo adoptivo de Dios y miembro definitivo de la Iglesia, participando de la herencia eterna de Jesucristo, Hijo único de Dios que se hizo Hombre.
Para recibir los demás sacramentos, el fiel necesariamente debe haber sido bautizado, pues los sacramentos están conectados entre sí y la acción de uno completa y prepara al otro. Y, por supuesto, toda la acción sacramental va acompañada de su correspondiente fundamentación espiritual, bíblica y catequética, fortaleciendo la vida en comunidad y la abertura a la misión de la Iglesia.
El Matrimonio, para alcanzar toda su plenitud sacramental, necesita ser precedido por el Bautismo y la Confirmación, y ser acompañado por la Eucaristía, la Reconciliación e incluso por la Unción de los Enfermos; más todavía cuando llevamos en cuenta que la familia comienza con la esposa y el esposo y se va completando con las hijas e hijos.
El Matrimonio es el signo sensible por el cual la Gracia de Dios se manifiesta en la vida de los novios para que su amor humano sea fortalecido y elevado a la condición de sacramento de servicio a la vida, ayudando las personas a recordar el amor incondicional y absoluto de Dios/Esposo por la humanidad/esposa, de Jesús/Esposo por la Iglesia/Esposa.
Dios es Amor - lo enseña las Sagradas Escrituras (I Juan 4, 8b). Donde existe amor, Dios allá está - en eso creen los cristianos. El amor puede surgir entre personas que profesan las mismas verdades de fe, y puede surgir también entre personas con distintas profesiones de fe o, inclusive, que dicen no creer en ninguna divinidad, en ninguna doctrina religiosa.
La Iglesia Católica Apostólica Romana, buscando cumplir su compromiso evangelizador y atendiendo al legítimo derecho de un fiel consciente en recibir el Matrimonio, autoriza y celebra la unión sacramental entre un cristiano católico y una persona no católica, no cristiana o atea.
El proceso es el siguiente: la primera iniciativa es presentar Jesucristo y sus enseñanzas, abriendo el camino de la fe y la conversión. Caso haya realmente un rechazo irreversible, entonces los novios - a través de la parroquia y del párroco - se dirigen al obispo de la diócesis, solicitando permiso para la celebración del Matrimonio con “disparidad de culto”, comprometiéndose por escrito a educar los futuros hijos en la fe cristiana católica.
Una vez permitida la solicitud por el obispo diocesano, la persona no católica, no cristiana o atea se puede unir sacramentalmente a un fiel católico, sin la necesidad de haber recibido el Bautismo ni los demás sacramentos, a fin de no privar el fiel católico de su legítimo derecho al Matrimonio, para que no viva en unión libre.
Respetando la sacralidad de la consciencia religiosa del hombre, y creyendo en la fuerza del testimonio de la fe cristiana vivida en lo cotidiano, la Iglesia espera que la convivencia conyugal pueda contribuir a la abertura de la fe en Jesucristo y a la conversión de quien todavía es no católico, no cristiano o ateo.



quarta-feira, 4 de dezembro de 2019

¿Cómo definir la belleza?


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Mientras la ética busca el bien y evita el mal, la estética se dedica a buscar la belleza y armonía y a evitar la fealdad y  la  desarmonía. El libro del Génesis asegura que Dios creó bien todas las cosas y más todavía el ser humano. Los filósofos de la Antigüedad Griega solían asociar la bondad, la belleza y al verdad; eran prácticamente términos sinónimos. Algo o alguien bueno era igualmente bello y verdadero, y viceversa.
La estética se ha dedicado a discutir y establecer elementos objetivos y exactos que sirvan como referencia irrefutable para determinar si algo o alguien es bello. Según las enseñanzas éticas del filósofo griego Aristóteles, una actitud era buena y virtuosa cuando estaba en la justa medida entre los dos extremos. La estética se va a adueñar de esta definición, estableciendo que algo o alguien es bello en la justa medida entre los dos extremos.
Para ejemplificar: no era bello algo muy bajo o muy alto, alguien demasiado flaco o demasiado gordo, algo muy claro o muy oscuro, alguien con orejas demasiado pequeñas o demasiado grandes. Debido a la simetría de los cuerpos, la armonía entre las partes también era un fuerte elemento objetivo y exacto para definir algo o alguien como bello. Era considerada fea la ausencia de proporción entre las partes.
Aunque estos criterios estéticos sigan bastante presentes en la actualidad, con el paso del tiempo, la sociedad pasó a cuestionar los padrones establecidos, la imposición de una referencia única de belleza a partir de una cultura determinada.
Los modelos pasaron a ser más amplios e inclusivos. La belleza pasaba a ser subjetiva y relativa, dependiendo del punto de vista, de la perspectiva del observador. También hay belleza en lo que es muy bajo o alto, en quien es demasiado flaco o gordo, en lo que es muy claro u oscuro, en quien tiene orejas demasiado pequeñas o grandes.
Muchas personas - mujeres y hombres -  sufrían cuando su cuerpo no correspondía a los padrones de belleza establecidos por la estética. Había angustia, sufrimiento, prejuicio, humillación, rechazo, mutilación etc.
Con el aumento de las cirugías estéticas y de los productos cosméticos y anabolizantes, las personas que no se sentían encuadradas en los modelos impuestos pasaron a cambiar artificialmente partes del propio cuerpo: cabellos, nariz, labios, color de la piel y de los ojos, estómago, senos, nalgas etc. Algunas veces la persecución por ideales estéticos elevados llevó las personas a graves enfermedades físicas y psíquicas; hubo óbitos en algunos casos.
Es muy importante que los padres y educadores acompañen sus hijos y alumnos en la comprensión de la relatividad de los padrones estéticos de belleza, y en la búsqueda de la sana autoestima, sin comprometer la salud del cuerpo y de la mente. Es necesario reconciliar la idea de que la bondad, la belleza y la verdad necesitan caminar juntas, en armonía.



terça-feira, 3 de dezembro de 2019

¿Cuál es el sentido de utilizar aclamaciones y cánticos en latín o griego en la Eucaristía?


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A veces estamos tan acostumbrados a nuestra Eucaristía dominical o diaria que llegamos a olvidarnos que se trata de una celebración religiosa antiquísima que surgió en un contexto cultural y lingüístico muy diferente del nuestro actual.
La civilización grecorromana dejó marcas permanentes en la cultura occidental, aún después que estos imperios dejaron de existir históricamente, sobre todo gracias al Cristianismo romano, a través de su liturgia que se desparramó por los cuatro rincones del mundo.
Cuando el Hijo de Dios se hizo Hombre, naciendo de Santa María, Israel estaba bajo la dominación del Imperio Romano, que había sucedido al gran Imperio Griego. En este contexto histórico, geográfico, religioso y cultural, era común en Israel los idiomas hebreo, griego y latino.
En lo que se refiere a las Sagradas Escrituras, el Primer Testamento fue escrito en hebreo (después traducido al griego), con algunos libros originalmente ya escritos en griego. El Segundo Testamento fue completamente escrito en griego - aunque el evangelio según Mateo, conforme la Tradición de la Iglesia, originalmente fuera escrito en hebreo. Entre el fin del siglo IV y comienzo del siglo V, los dos testamentos fueron traducidos por San Jerónimo al idioma latino, en la famosa edición llamada Vulgata.
Palabras y expresiones importantes en estos idiomas generalmente fueron preservadas, pues fue difícil encontrar sinónimos adecuados para la traducción en las diversas lenguas.
La Iglesia Católica Apostólica Romana adoptó el latín como su idioma oficial, ya que él posee una estructura gramatical muy precisa que facilita expresar las verdades de la fe cristiana, sin prestarse a confusiones o problemas de interpretación. Aún en la actualidad, los documentos oficiales de la Iglesia son originalmente publicados en latín; por eso el título de los documentos está siempre en latín.
Con la creciente separación entre Iglesia y Estado en las diversas naciones, los idiomas propios de cada país pasaron a ser más valorados y preferidos en relación al latín.
En el importante Concilio Ecuménico Vaticano II - celebrado entre los años 1962 y 1965 - la Iglesia aprobó el uso de las lenguas vernáculas (propias de cada país) para la celebración de los sacramentos, aun conservando la oficialidad del idioma latino. Desde entonces las aclamaciones y cánticos durante la Eucaristía comenzaron a ser traducidos o producidos en los diversos idiomas.
En sus actividades y celebraciones oficiales, especialmente de carácter internacional, la Iglesia utiliza el idioma latino - estudiado y utilizado por el papa, cardenales y por la mayoría de los obispos, presbíteros y diáconos - para facilitar la participación activa de los presentes.
En la actualidad, existen grupos de ministros ordenados y no ordenados - tanto ancianos cuanto jóvenes - que demuestran gran interés por recuperar la utilización del idioma latino (y también del griego), especialmente en contextos celebrativos y sacramentales.
Esa práctica es permitida, siempre que los fieles sean suficientemente formados y entiendan el sentido y el significado de aclamaciones y cánticos que no pertenecen a su contexto cultural y lingüístico. La utilización del latín (y del griego) no debe perjudicar la comprensión y la participación de los fieles durante la Eucaristía, que tienen el derecho de participar de los misterios sagrados en su lengua vernácula, como lo asegura la Iglesia.



segunda-feira, 2 de dezembro de 2019

¿Qué es el "Código de Derecho Canónico"?


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Aparte de ser una realidad espiritual, la Iglesia también es una realidad humana presente en la sociedad mundial y en las diversas naciones, con propósitos bien definidos, para los cuales apuntan todos sus miembros, cada uno a su modo, y todos sus recursos humanos y materiales.
Siendo una institución internacional y milenaria, la Iglesia Católica Apostólica Romana posee un conjunto de normas que organiza su vida interna y también su acción evangelizadora, conservando su unidad en la diversidad. Recibe el nombre de “Código de Derecho Canónico”.
Este conjunto de normas se basa, en primerísimo lugar, en la Buena Noticia de Jesucristo, en las Sagradas Escrituras, en las enseñanzas de los apóstoles. Y, con el paso del tiempo, ante los nuevos contextos y desafíos, fueron incorporadas nuevas normas, siempre con el objetivo de conservar la fidelidad de la Iglesia a la misión confiada por Jesucristo.
Una vez que estas normas surgieron de circunstancias históricas y geográficas específicas, ellas fueron constantemente revisadas, a fin de que fueran más amplias, menos particulares y más relevantes, deshaciéndose de aquellas que habían caducado. Sirvieron de inspiración el derecho civil grecorromano y las tradiciones legislativas de las grandes naciones.
Los grandes e importantes concilios y sínodos, con sus reflexiones y nuevas sensibilidades, también ayudaron a volver más actualizadas las normas de la Iglesia. El texto del Código de Derecho Canónico posee hartas referencias a los concilios, sínodos y documentos oficiales de la Iglesia.
A fin de que las normas sean comprendidas y aplicadas de modo coherente con su intención original, la Iglesia dispone de organismos oficiales, tanto a nivel universal cuanto a nivel diocesano, compuestos por teólogos expertos en ciencias jurídicas, llamados canonistas, en los tribunales eclesiásticos, para asesorar los fieles en sus legítimos intereses.
El Código de Derecho Canónico se refiere a cuestiones pastorales y administrativas, tales como: el modo válido para la celebración de los sacramentos de la Iglesia, los derechos y deberes de los ministros ordenados y no ordenados, la organización de las curias romana y diocesanas, la abertura y mantenimiento de diócesis, parroquias, congregaciones religiosas, movimientos apostólicos, instituciones educativas etc.
La edición vigente del Código de Derecho Canónico fue promulgada por el papa San Juan Pablo II el año 1983, y sirve para la Iglesia Católica Apostólica Romana. Para las iglesias de tradición oriental, fue promulgado un código especial el año 1991.
Es sumamente importante que ministros ordenados y no ordenados conozcan el Código de Derecho Canónico, entendiendo sus derechos y deberes, y defiendan sus legítimos intereses. Es un importante servicio a la acción pastoral.



sexta-feira, 29 de novembro de 2019

¿Cómo entender el actual fenómeno de las migraciones internacionales? ¿Cómo tratar los migrantes?


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Las migraciones siempre existieron en la historia de la humanidad. Por migraciones entendemos la movilidad de personas, familias y grupos sociales de un lugar a otro, tanto dentro del propio país como a otra nación. Vale recordar que los Derechos Universales aseguran a la persona la posibilidad de migrar a otra región conforme sus legítimos intereses, obligando los países a acoger los migrantes, a darles condiciones de obtener ciudadanía, de ser amparados jurídicamente, con derechos y deberes civiles.
Por lo general, al menos las grandes religiones monoteístas (Judaísmo, Cristianismo e Islam), tuvieron en el pasado y todavía tienen en el presente grandes experiencias migratorias, que acabaron despertando en ellas una aguzada sensibilidad por los migrantes. Importantes personajes en sus libros sagrados pasaron por la experiencia de la movilidad y sus infortunios.
Podemos recordar los patriarcas Abraham, Isaac y Jacob, Moisés y la huida de Egipto, el Destierro o Exilio en Babilonia, la diáspora de los judíos, cristianos y musulmanes a diversas regiones del mundo antiguo, los viajes misioneros del apóstol Pablo y sus compañeros etc.
En la actualidad, el fenómeno de las migraciones internacionales se ha intensificado a causa de la violencia política, la persecución religiosa, la miseria económica, la falta de oportunidades de desarrollo y trabajo, la realidad de la guerra y del tráfico de drogas, entre otros motivos.
El número excesivo de migrantes ha desafiado la capacidad de acogerles debidamente, sin descuidar de los derechos de los ciudadanos nativos y sus legítimas necesidades, como vivienda, alimentación, salud, educación, trabajo, transporte, seguridad etc.
Después de un período de grandes facilidades migratorias, muchos países en la actualidad han dificultado el ingreso de extranjeros, inclusive por razones turísticas, estudiantiles y laborales. Hay una tendencia cada vez más creciente de rechazar los migrantes supuestamente para mantener los derechos de los ciudadanos nativos.
Desafortunadamente esa actitud ha alimentado la xenofobia, que es el cierre en la propia cultura nacional, rechazando la contribución de las personas procedentes de otras regiones del mundo, de modo consciente o inconsciente.
Los cristianos, por razones humanitarias y religiosas, deben acoger los migrantes y trabajar para que sus legítimos derechos sean asegurados, conforme las leyes internacionales. Deben participar activamente de espacios para discusiones de las cuestiones migratorias, apoyando políticas públicas en favor de los migrantes, especialmente de los niños, ancianos y físicamente fragilizados, fortaleciendo la política internacional y las causas humanitarias en favor de los países en guerra o que sufrieron tragedias naturales.
El Papa Francisco ha insistido mucho en el cuidado a los migrantes, recordando la enseñanza de Jesucristo: “Fui forastero, y me recogistes” (Mateo 25, 35c).



quinta-feira, 28 de novembro de 2019

En sus investigaciones e invenciones, ¿las ciencias y los científicos deben tener poder ilimitado?


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La ética es una rama de la Filosofía que se dedica a contestar preguntas como éstas: “¿qué es el bien?”, “¿cómo lograrlo?” y “¿cómo evitar el mal?”.
Para alcanzar sus elevados propósitos, la ética se basa en la sabiduría acumulada a lo largo de la historia de la humanidad, reflejando sobre sus luces y sombras, sobre sus aciertos y errores, dialogando con las ciencias humanas, como el Derecho, la  Sociología, la Psicología, la Antropología, la Teología y la propia Filosofía.
La ética lanza su mirada hacia las más variadas áreas del pensar y del actuar humanos: hacia la economía, hacia la educación, hacia la cultura, hacia la religión, hacia las ciencias, hacia la tecnología etc. La ética tiene valentía para hacer preguntas incómodas que, muchas veces, las personas y la sociedad no están dispuestas a hacerlo, o están tan distraídas con los quehaceres de la vida cotidiana, o están seducidas por los supuestos beneficios del progreso de la humanidad.
Las ciencias y los científicos existen dentro de la sociedad humana y deben estar al servicio de ella, contribuyendo para que ella alcance sus propósitos, que podrían ser la búsqueda del bien común, la defensa y promoción de la vida y de la dignidad humana, la fraternidad entre las personas y los pueblos, la humanización de las estructuras sociales, entre otros.
En la eventualidad de que las ciencias y los científicos, en vez de contribuir, estorbaran la sociedad humana, es extremadamente necesario limitar su poder y su acción. En un pasado no muy lejano, las investigaciones e invenciones de las ciencias y los científicos se prestaron para intimidar pueblos y naciones a través de armas de destrucción en masa, tanto de la vida cuanto del medio ambiente y del planeta.
La sociedad no quiere mirar de manos atadas a supuestos avanzos científicos y tecnológicos que, en vez de contribuir para que los seres humanos vivan como hermanos y se entreayuden, divide, separa, confunde, lleva al materialismo consumista, ignorando la escasez de los recursos naturales, reemplazando el trabajo humano por las máquinas, favoreciendo el desempleo y la miseria, manipulando indebidamente la vida vegetal y animal y el medio ambiente, interviniendo en la temperatura del planeta etc.
Se espera de los ciudadanos que acompañen y presionen las personas que les representan en el ejercicio del poder, a fin de crean leyes y las apliquen en el sentido de limitar las investigaciones e invenciones de las ciencias y de los científicos, pues ni toda producción científica interesa a los ciudadanos y la sociedad en general. Las ciencias y los científicos deben ser responsables por lo que producen, ya que generan consecuencias que afectan el presente y el futuro de la humanidad y del planeta.
Sabemos que, desafortunadamente, las ciencias no son neutrales; al revés, ellas sirven a los propósitos de las grandes corporaciones mundiales que, haciendo inversiones millonarias en investigaciones e invenciones, buscan casi exclusivamente ventajas económicas, políticas y sociales.



quarta-feira, 27 de novembro de 2019

¿Cómo transformar nuestras familias en "iglesias domésticas", en "santuarios de la vida"?


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Dios ama las familias. Él mismo es una familia divina, formada por el Padre-Creador, el Hijo-Redentor y el Espíritu Santo-Consolador. Es una familia donde reina el amor, la complicidad, el orden, la donación, la abertura, la solidaridad, la corresponsabilidad, la autenticidad, la sencillez, la comunión.
Este amor divino por las familias llegó al punto de que Dios mismo quiso, en el misterio de la encarnación de Dios Hijo hecho Hombre, formar una familia con la Madre María y el Padre adoptivo José, en el hogar feliz y sagrado en Nazaret de Galilea.
Por estas razones y muchas otras, se vuelve evidente la inmensa dignidad de la familia, que no limita cada uno de sus miembros, sino que, al revés, permite a sus integrantes crecer en su abertura al otro y en la capacidad de amar hasta las últimas consecuencias, alcanzando la madurez y la felicidad.
La familia realmente es una Iglesia doméstica y un Santuario de la vida. Si la familia dejara de serlo, estaría frustrando su propio objetivo e inspiración. Pues la familia es más que un conglomerado de personas que viven juntas por razones meramente económicas, regida por un contrato civil que impone derechos y deberes.
Cada miembro de la familia necesita empeñarse de verdad para que, ante Dios y la sociedad, sea cada vez más evidente su realidad como Iglesia doméstica y como Santuario de la Vida. La madre, el padre, las hijas e hijos, las hermanas y hermanos, las tías y tíos, las abuelas y abuelos, las sobrinas y sobrinos, las nietas y nietos - definitivamente, todos - necesitan estar comprometidos con la identidad profunda de la familia. No es posible improvisar. No es un juego, algo sin importancia, secundario.
La familia es cada vez más una Iglesia doméstica cuando sus miembros están comprometidos con la oración personal y también familiar, alrededor de la Palabra de Dios, leída y meditada - fortalecida por la oración comunitaria y litúrgica, especialmente en el sacramento de la Eucaristía - al comenzar y culminar el día, antes de las comidas, en las bendiciones de los padres y abuelos a los hijos y nietos, en los objetos religiosos presentes en los ambientes de la casa (crucifijo, imágenes, cuadros, oratorio familiar) y, principalmente, en el amor y respeto entre sus miembros, en la capacidad de comprender y perdonar, en la corresponsabilidad en las tareas domésticas, en la alegría de la sencillez etc.
La familia es cada vez más un Santuario de la vida cuando sus miembros están comprometidos con la maternidad y paternidad responsables, con la educación humano-cristiana de sus miembros, con el debido honor al padre y la madre, en la atención preferencial a los enfermos y ancianos, en la valoración de la persona más que las tecnologías, en el cuidado a las mascotas y las plantas y jardines, en la abertura de la caridad a los amigos y vecinos, especialmente las personas más carenciadas y necesitadas, en la defensa de la vida desde su etapa intrauterina hasta la muerte natural.
Mirando el ejemplo de la familia divina - el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo - y la Sagrada Familia de Nazaret - Jesús, María y José - esperamos que todos los cristianos se empeñen para apoyar a las familias para que sean, de verdad y decididamente, Iglesias domésticas y Santuarios de la vida, esperanza del mundo.



terça-feira, 26 de novembro de 2019

¿Por qué la preparación para la Navidad (Adviento) no es un tiempo litúrgico festivo, sino penitencial?


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Los cristianos eligieron la fecha 25 de diciembre - día más claro del año en el hemisferio norte, cuando la antigua cultura grecorromana celebraba el Sol invicto - para hacer la memoria del nacimiento de Dios Hijo hecho Hombre, Jesús.
Se trata de la segunda más importante fiesta de la liturgia cristiana, después de la resurrección, en la Pascua. Es una fiesta tan solemne, que tiene duración de ocho días, seguidos de algunas semanas, hasta la Solemnidad del Bautismo del Señor.
Cuatro domingos antes de la Navidad, los cristianos inician su preparación espiritual, que justamente inaugura un nuevo Año Litúrgico. Ese tiempo de preparación recibe el nombre de Adviento, una palabra que significa llegada.
La espiritualidad de ese tiempo litúrgico es penitencial, reservando la alegría y el clima festivo para la solemnidad de la Navidad.
Todo en la liturgia invita a la reflexión y a la conversión personal, familiar, comunitaria y social: el color morado de los ornamentos y vestimentas, la ausencia del Himno de Alabanza, la ausencia de flores, los cánticos más suaves en vez de eufóricos, los instrumentos menos ruidosos etc.
El tiempo litúrgico del Adviento está organizado en dos etapas distintas y complementares: antes y después del día 16 de diciembre. En la primera etapa, más larga que la segunda, se reflexiona sobre la segunda venida de Jesucristo, revestido de gloria, para juzgar a vivos y muertos, y, a la vez, se recuerda la promesa de Dios a través de los profetas de enviar el Mesías Salvador, cuya venida debería ser preparada a través de la penitencia y conversión.
La segunda etapa del tiempo del Adviento coincide con los ocho días anteriores a la Navidad, en los cuales se reflexiona sobre los acontecimientos que precedieron el nacimiento de Dios Hijo, volviendo el corazón hacia la Virgen María y el carpintero José, hombre justo.
Merecen destaque la corona del Adviento y el tercer domingo. Para marcar la sucesión de las cuatro semanas preparatorias, las comunidades - y algunas familias - adornan cuatro grandes velas y las encienden solemnemente, una a cada semana, en la intención de que se disipen las tinieblas del mundo y de los corazones con la claridad del Mesías Salvador. Los colores de las velas son: primero la verde, después la roja, luego la morada y, finalmente, la blanca.
El tercer domingo recibe el nombre de “Gaudete”, que significa alegría. Es especial porque recuerda a la comunidad de los fieles la cercanía del nacimiento del Mesías Salvador. Aunque no se entone el Himno de Alabanza ni haya flores, la alegría se expresa a través del color litúrgico rosado presente en los ornamentos y vestimentas.
La Iglesia orienta que los fieles celebren el perdón de sus pecados a través del sacramento de la Reconciliación al menos una vez por año, preparándose para la solemnidad de la resurrección de Jesús, en la Pascua. Sin embargo, debido a la dimensión penitencial del tiempo del Adviento, la Iglesia recomienda a los fieles que, llegando el final del año y reflexionando sobre las vivencias y realizaciones, igualmente busquen el perdón sacramental, para que el corazón sea un lugar digno para acoger al Niño Dios que nace.
Vivamos intensamente el tiempo litúrgico del Adviento, preparándonos de modo personal, familiar, comunitario y social. Valoremos la novena de Navidad, preferencialmente rezada en familia y por las casas, como Iglesia evangelizadora en salida, aprovechando la sensibilidad espiritual de las personas y de las familias por ocasión del fin del año.



segunda-feira, 25 de novembro de 2019

¿Cómo será el fin del mundo?


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El fin del mundo no significa su destrucción o aniquilación - como muchos imaginan -, sino que el mundo va a alcanzar su fin, su finalidad, su propósito, su objetivo, su meta, definida por el propio Dios al crearlo bueno.
Así como la mujer y el hombre, creados a imagen y semejanza de Dios, el mundo refleja la belleza, la armonía, el orden, la sabiduría de Quien lo creó. Contemplando el universo, las estrellas, los mares, las montañas, los bosques, los pequeños y grandes animales, la mujer y el hombre pueden intuir la grandeza, la bondad, la perfección del Creador que dejó Sus marcas en las creaturas, particularmente en el ser humano. El mundo tiene un propósito: servir a Dios en el servicio a la humanidad.
Es cierto que el mundo ha sido explotado por el ser humano más allá de su capacidad de auto-regulación. Los efectos han sido catastróficos, no solo para el propio mundo, sino también para la propia humanidad, para tristeza de Dios Creador.
También el mundo espera ardientemente la manifestación de los hijos de Dios, a fin de que sea liberado de la ambición desmedida de la mujer y del hombre gananciosos.
La liberación de la humanidad y del mundo ya comenzó y está en un ritmo avanzado desde que Dios Hijo se hizo Hombre, iniciando los nuevos cielos y la nueva tierra y, principalmente, por Su muerte y resurrección, cuando la humanidad y el mundo fueron lavados por la Sangre del Cordero.
Hasta la plenitud de los tiempos, Jesucristo está reuniendo y restaurando en Sí, por la acción del Espíritu Santo, la humanidad y el mundo, a fin de presentarlos al Padre completamente redimidos. Así, inaugurada la eternidad feliz, Dios será todo en todos: en la humanidad y en la creación.
El universo - a pesar de su grandeza y capacidades extraordinarias - no es eterno. Por su materialidad, tiene un principio y, sí, puede tener un fin. De hecho, la ciencia astronómica, con sus herramientas y sus investigaciones, ha podido observar varias galaxias y estrellas dejando de existir.
A pesar de la armonía y orden del universo, sí, existe la posibilidad de la finitud. Sin embargo, los cristianos insisten en su fe de que, cuando Jesucristo venga por segunda vez, de modo definitivo y revestido de Su gloria, todo será restaurado y presentando al Padre, que tiene poder suficiente para llamar a la existencia - por Su Hijo y por el Espíritu Santo - todas las cosas, todo lo que es bueno.
Los cristianos afrontan el tema del fin del mundo con esperanza y confianza absolutas en Dios, que se ha revelado amoroso y todo poderoso. El cuidado del planeta, de los recursos naturales y de la vida nace justamente de la experiencia religiosa de Dios como principio y fin de todas las cosas, despertando para el compromiso ético.



sexta-feira, 22 de novembro de 2019

¿Existen criterios para elegir madrinas y padrinos de Bautismo, de Confirmación, de Matrimonio?

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Como lo sabemos, los sacramentos son signos eficaces de la presencia y la acción redentora de Cristo en las más importantes etapas de la vida de los fieles, de modo individual y también comunitariamente.
Aunque tenga poder y libertad suficientes para actuar solo - recordemos cuando el mundo fue creado y cuando Jesús aceptó morirse en la cruz para la salvación de la humanidad -, Dios quiere la colaboración de la mujer y del hombre para que Su Gracia llegue a los corazones y en ellos crezca.
Mirando hacia Jesús - especialmente durante su vida oculta en Nazaret -, Su Madre María y José, Su Padre adoptivo, fueron importantísimos colaboradores de Dios, mientras Su Gracia crecía en el corazón de Dios Hijo hecho Hombre.
El sacramento del Bautismo generalmente es administrado a los bebés, que poseen una consciencia mínima de la Gracia que reciben. Cuando alcanza el uso de la razón, acoge el anuncio completo de la fe y realiza una profunda experiencia de la presencia y la acción de Dios en su vida, el fiel joven o adulto confirma el propio Bautismo recibiendo la Unción plena del Espíritu Santo por el oleo del Santo Crisma. Y cuando discierne la propia vocación de servicio, decidiéndose por el Matrimonio, por la vida conyugal y por la constitución de la propia familia, el fiel pide y recibe la Gracia de Dios para amar con el amor de Cristo-Esposo por la Iglesia-Esposa.
El propio fiel - sobre todo a partir de la juventud y la edad adulta - es definitivamente el primer y principal responsable por la Gracia de Dios recibida a través de los sacramentos, a fin de que ella crezca en su corazón. También tienen importante responsabilidad por el crecimiento en la Gracia de Dios la madre y el padre de quien recibió los sacramentos del Bautismo, la Confirmación y el Matrimonio. Participan de esta responsabilidad la madrina y el padrino, debidamente elegidos, sea por el propio fiel, sea por la madre y el padre. Finalmente, la propia comunidad de los fieles, por el testimonio del amor fraterno y de la fe vivida con alegría y transmitida con entusiasmo, es igualmente responsable por el crecimiento en la Gracia de Dios.
Sabemos que entre los miembros de las familias y entre los amigos existe respeto, confianza y afinidad, que motivan las personas a elegir madrinas y padrinos para el Bautismo de sus hijas e hijos o para la propia Confirmación o Matrimonio.
Sin embargo, para que puedan ejercer adecuadamente la función que se espera de una madrina, de un padrino, las personas deben dar testimonio de la propia fe vivida en comunidad, habiendo ellas mismas recibido primeramente el Bautismo, la Confirmación y el Matrimonio - excepto cuando se trata de un/a religioso/a, un ministro ordenado o una persona soltera fuera de una unión libre.
Por eso, es muy importante que, antes de invitar un familiar o un amigo para ser madrina o padrino de los sacramentos del Bautismo, Confirmación o Matrimonio, el fiel o su madre y su padre averigüen si los candidatos reúnen las condiciones mínimas recomendadas por la Iglesia, para evitar trastornos innecesarios.
En última instancia, se espera de las madrinas y padrinos que sean un buen ejemplo e inspiración para sus ahijadas e ahijados, acompañándolos de cerca y dándoles consejos cristianos en momentos de crisis o de dificultad, especialmente en la ausencia momentánea o definitiva de la madre y padre biológicos.



quinta-feira, 21 de novembro de 2019

¿Cómo sería nuestra vida luego de la muerte?


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Para comenzar la conversación: Dios creó cada mujer y hombre para Sí. Venimos de Dios y a Él debemos volver. Dios permite que existamos para que cumplamos una misión. Estamos en este mundo como extranjeros, peregrinando hacia nuestra patria definitiva que es la eternidad feliz junto a Dios.
Fuimos creados por el Padre, redimidos por el Hijo y santificados por el Espíritu Santo para la salvación eterna, y no para la perdición. Dios no siente ninguna satisfacción en condenar la mujer y el hombre; al revés, Él ha hecho todo lo que está a Su alcance para que, una vez concluida su existencia terrenal, el ser humano viva eternamente junto a Él.
En la eventualidad de que alguien no llegue a la patria definitiva, la responsabilidad no es de Dios, sino de la persona que no supo aprovechar las inúmeras oportunidades ofrecidas por Él.
La salvación eterna recibe varios nombres: “cielo”, “paraíso”, “Jerusalén celestial” etc. En la verdad, no se trata de un “lugar físico o material”, sino de una realidad completamente nueva en la cual todo y todos existen en Dios y para Dios.
Los autores bíblicos y los artistas suelen referirse a la realidad de la salvación eterna basándose en la experiencia humana de belleza y armonía. El “cielo” suele ser representado como un jardín, con verdes pastos, árboles fructíferos, pájaros en los cielos, ríos con aguas cristalinas, personas sonriendo.
Algunos se refieren al “paraíso” como un palacio real donde Dios está sentado sobre un trono, con corona, cetro de poder, anillo de autoridad, vestes espléndidas, rodeado de servidores, de un numeroso coral de voces e instrumentos.
Sin duda, se trata de una bella experiencia artística; pero no debemos absolutizar tales expresiones, pues la salvación eterna es infinitamente superior a lo que nuestros sentidos humanos son capaces de captar y nuestra inteligencia es capaz de imaginar.
Vale recordar que, según la fe cristiana, la salvación eterna es para el ser humano completo - cuerpo, mente y espíritu. De pronto a causa de la evidencia del cadáver sepultado, muchos cristianos, seguramente influenciados por otras tradiciones religiosas, creen y enseñan que la salvación de Dios es solo para el alma. Pero eso no es correcto. 
Así como Jesucristo, cuyo cuerpo realmente pasó por la experiencia de la muerte física, está resucitado con un cuerpo glorioso, también los cristianos creemos que, en la eternidad feliz junto a Dios, tenemos la resurrección de la carne, y nuestro cuerpo alcanza su expresión más plena, revestido de la gloria de Dios.
Respecto del tiempo, así como Dios es eterno y no está sometido a la sucesión de las horas, de los días y de los siglos, sino simplemente existe - sin pasado, presente o futuro -, los cristianos creemos que, en la eternidad feliz junto a Dios, no hay referencia al tiempo cronológico.
En otras palabras, al morirse, la persona inmediatamente ingresa en la eternidad, sin necesidad alguna de “esperar”. La sucesión del tiempo es una realidad solo para los vivos; los muertos ya no están sometidos al tiempo.
En la segunda venida de Cristo, revestido de Su gloria, en la plenitud de los tiempos, los vivos serán juzgados junto a los muertos, a fin de que sean admitidos a la salvación eterna, de que ingresen a la patria definitiva, excepto quienes, libremente, por palabras y obras, rechazaron a Dios y la gracia que Él ofrece en Su Hijo Jesucristo, por el Espíritu Santo.



quarta-feira, 20 de novembro de 2019

¿Qué sería una "sanación intergeneracional"?


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Como lo sabemos, el ser humano es una trinidad de cuerpo, mente y espíritu - distintos e interconectados. Excepto en situaciones muy particulares, generalmente la salud del cuerpo también se refleja en la mente y el espíritu, y viceversa. Desafortunadamente lo opuesto también es verdadero: la enfermedad de la mente contagia el espíritu y el cuerpo, y viceversa.
Cuando el cuerpo está enfermo, la persona es encaminada a un profesional del área de la salud, a un experto, a fin de ser evaluada clínicamente y, si necesario, recibir medicación o someterse a una intervención quirúrgica o a un procedimiento médico.
Cuando la mente está enferma, la persona es encaminada a un profesional del área de la Psicología, a un terapeuta, a fin de ser acompañada y, si necesario, recibir medicación a través de la Psiquiatría y de la internación en casa de salud psíquica.
Cuando el espíritu está enfermo, la persona es encaminada a un ministro de la Iglesia, ordenado o no ordenado, a fin de ser acompañada, dirigida y, si necesario, ser encaminada a los sacramentos de la Reconciliación, de la Unción de los Enfermos, de la Eucaristía.
Como lo sabemos, en materia de salud, es mejor prevenir que remediar. Es necesario fomentar estilos de vida sanos que, en la medida de lo posible, conserven y promuevan la salud, sin la necesidad de la compra y la administración de remedios.
Una persona sana influye positivamente las demás personas a su alrededor, de modo directo e indirecto. Desafortunadamente lo opuesto también es verdadero: una persona enferma influye negativamente las demás personas a su alrededor, de modo directo e indirecto.
Hay una enorme posibilidad de que las personas y familias en la actualidad estén negativamente influenciadas por generaciones pasadas, en el aspecto corporal, psíquico y espiritual. Es importante tomar consciencia de estas influencias e iniciar un proceso de ruptura y sanación, estableciendo nuevos hábitos y costumbres que influyen positivamente las generaciones presentes y futuras.
Algunos ejemplos de posturas de generaciones pasadas que influyen negativamente las generaciones presentes podrían ser: rechazo de hijos (hasta durante la gestación), desequilibrio emocional/afectivo/sexual, ateísmo, sincretismo religioso, satanismo, materialismo, consumismo, divorcios, prejuicios, bullying, asesinatos, accidentes, sentimiento de inferioridad, apegos, odio, falta de perdón etc.
Bajo el impulso del Espíritu Santo, ministros de la Iglesia, ordenados y no ordenados, pueden colaborar y acompañar las personas en la consciencia y superación de las influencias negativas de las generaciones pasadas, en lo que se refiere exclusivamente a la salud del espíritu, a través de un proceso de amorización, de la orientación espiritual y del encaminamiento a los sacramentos.



terça-feira, 19 de novembro de 2019

¿Cómo entender la pedofilia en la Iglesia?


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La pedofilia es un serio desvío de carácter, que puede ser causado por disturbios o trastornos de orden sexual, volviendo quien la practica una amenaza real para la sana convivencia social, especialmente para las criaturas.
Una persona adulta sana tiene intereses y deseo sexual por personas adultas, conscientes y libres. Sin embargo, una persona pedófila se interesa y desea sexualmente criaturas, todavía vulnerables e ingenuas.
La práctica de la pedofilia es más repugnante todavía cuando quien la ejerce utiliza su posición social, su prestigio, su autoridad para manipular, constreñir y amenazar la criatura, a fin de obtener de ella ventajas o favores sexuales.
La pedofilia es un crimen sin negociación, pasible de condena conforme el código de derecho civil y el estatuto del niño y del adolescente, tanto para quien la practica cuanto para quien se vuelve cómplice por omisión consciente. Además de cumplir condena, las personas involucradas son obligadas a indemnizar la víctima.
La pedofilia es una práctica hedionda, tanto en la sociedad en general cuanto en la Iglesia. Se espera de los cristianos que, siguiendo el ejemplo de Jesucristo, sepan acoger y respetar las criaturas, cuidando de ellas y protegiéndolas de cualquier clase de peligro o riesgo, incluyendo los de naturaleza sexual.
Aunque algunos miembros de la Iglesia hayan cometido el crimen de la pedofilia - y que algunas autoridades eclesiales se hayan omitido, aún tomando conocimiento de las prácticas - oficialmente la Iglesia repugna la pedofilia y orienta sus autoridades a defender la víctima, no quien cometió el crimen, entregando la persona a las autoridades civiles para que lleven adelante el proceso jurídico.
Además, la Iglesia oficialmente determina que la persona pedófila indemnice la víctima, a fin de que pueda superar los traumas generados por tal crimen.
Para prevenir y evitar la práctica de la pedofilia, la Iglesia convoca a todos sus miembros para que estén atentos y acompañen de modo cercano y prudente las actividades evangelizadoras infantiles, observando tanto las criaturas cuanto las personas que las conducen. Es muy importante que las madres y los padres participen de las actividades junto con sus hijos e hijas.
En el combate a la pedofilia, la sociedad también debe estar atenta a la pornografía infantil y a los materiales eróticos involucrando las criaturas.



segunda-feira, 18 de novembro de 2019

¿Es permitido aplaudir, alzar los brazos y bailar durante la Eucaristía?


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La Eucaristía es uno de los siete sacramentos, junto con el Bautismo, la Confirmación, la Reconciliación, la Unción de los Enfermos, el Matrimonio y el Orden Sagrada.
La Eucaristía celebra el misterio de la vida, pasión, muerte y resurrección de Jesucristo durante un Año Litúrgico, con tiempos y espiritualidades bien definidos, por ejemplo: ciclo del Adviento/Navidad (encarnación), ciclo de Cuaresma/Pascua (muerte y resurrección), ciclo ordinario (vida y ministerio).
La celebración de la Eucaristía involucra la persona por entero, en su capacidad intelectual, en su sensibilidad y emociones, y también en su corporeidad. Cuanto más involucre la persona por entero, más eficiente es la celebración de la Eucaristía.
El dinamismo y el ritmo de la Eucaristía se expresan en sus cuatro ritos, a saber: Ritos Iniciales, Liturgia de la Palabra, Liturgia Eucarística y Ritos Finales.
Aplaudir, alzar los brazos y bailar son manifestaciones de efusiva alegría generadas por estar en la presencia de Jesucristo resucitado, por estar en la Casa de Dios, por estar reunidos los hermanos, por alabar y engrandecer a Dios por sus manifestaciones pasadas y presentes, por saberse habitado por el Espíritu Santo.
Hay ritos litúrgicos que inspiran manifestaciones de efusiva alegría, individuales y comunitarias, por ejemplo: el inicio de la Eucaristía, el Himno de Alabanza, el Santo, la despedida. Hay tiempos litúrgicos que motivan tales manifestaciones: la Navidad, la Pascua, el Pentecostés.
Hay fieles y comunidades más adelantados en la reflexión y la realización de gestos para acompañar los ritos litúrgicos, de modo legítimo y conforme las orientaciones litúrgicas oficiales presentadas por las conferencias episcopales continentales y nacionales y por las comisiones diocesanas.
Aunque sean prácticas permitidas, aplaudir, alzar los brazos y bailar deben ser libres, espontáneas y opcionales; nadie debe sentirse obligado a manifestarse con efusiva  alegría - ni laicos, ni ministros ordenados.
En una catequesis litúrgica y eucarística, conviene estimular los niños, adolescentes y jóvenes - en la línea de una acción litúrgica que involucra la persona por entero (inteligencia, sensibilidades, emociones, corporeidad) - para que expresen la alegría de la fe de modo libre y espontáneo, según las orientaciones de la Iglesia.
Vale recordar que hay momentos y tiempos litúrgicos impropios para manifestaciones efusivas de alegría. Por ejemplo: el Acto Penitencial, la consagración eucarística, el Cordero de Dios. Y también: el ciclo cuaresmal, el ciclo de Adviento.
La Eucaristía, sí, es la actualización del sacrificio de Jesucristo en la cruz; es también el alegre encuentro con Jesús resucitado al partir el Pan, que nos lleva a la comunidad y al anuncio misionero.



sexta-feira, 15 de novembro de 2019

¿Cómo es posible al católico equilibrar acción, formación y espiritualidad?


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Las muchas capacidades y potencialidades humanas podrían expresarse en las palabras acción, formación y espiritualidad que, suficientemente equilibradas y armonizadas, podrían ayudar la persona a crecer de modo integral y alcanzar su plenitud.
Por razones pedagógicas, podemos hablar separadamente de acción, formación y espiritualidad. Pero, en realidad, ellas se implican mutuamente y, si llegaran a separarse, resultaría en un desequilibrio perjudicial tanto a la persona cuanto a quienes viven con ella.
Podríamos comenzar hablando de la formación. Gracias a la dimensión educativa e intelectual, apoyada inicialmente por los padres, profesores y catequistas, la persona pasa a conocer de modo cada vez más profundo a sí misma, al mundo a su alrededor, a la sociedad de la cual hace parte, al Evangelio de la salvación en Jesucristo, desarrollando y adquiriendo nuevas capacidades y habilidades que permiten a la persona cumplir los propósitos que ella descubrió para la propia vida. Vale recordar que, después de la formación inicial fundamental, debe ser implementada la formación permanente.
Hablando de la espiritualidad, gracias a la dimensión religiosa y mística, la persona pasa a relacionarse con Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, reconociéndose como Su imagen y semejanza, hija del Creador, hermana del Redentor y templo del Santificador, progresando a través de la oración personal y comunitaria, de la meditación de la Sagrada Escritura, de la vivencia sacramental, del testimonio del amor fraterno, del anuncio misionero, del servicio a los más carenciados.
Hablando ahora de la acción, gracias a la dimensión profesional y pastoral, la persona pasa a colaborar activamente en el cambio de las mentes y de las estructuras sociales a partir de los valores del Evangelio, del Reino de Dios, conforme la Doctrina Social de la Iglesia, en la defensa de la vida, la familia, la justicia y la paz. Pastoralmente hablando, la persona se compromete y actúa en las comunidades, pastorales y movimientos, en unión afectiva y efectiva con los obispos en las diócesis y con los sacerdotes y diáconos en las parroquias, ejerciendo un discipulado misionero en el liderazgo corresponsable, despertando y acompañando vocaciones laicas, consagradas y sacerdotales.
En el misterio de la distribución de los talentos a los hombres por parte del Espíritu Santo, es legítimo que algunas personas privilegien la acción, la formación o la espiritualidad. Sin embargo, nada justifica tratar de menos las demás áreas pues, como lo fue dicho anteriormente, eso resultaría en un desequilibrio perjudicial tanto a la persona cuanto a quienes viven con ella.
Sería importante que la persona reconociera las propias fortalezas y debilidades, reorganizando y redistribuyendo el tiempo y las prioridades a fin de hacer el necesario equilibrio y armonía entre la acción, la formación y la espiritualidad.



quinta-feira, 14 de novembro de 2019

¿"Día del pobre"? ¿Qué cosa es?


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La Jornada Mundial del Pobre - o simplemente “Día del Pobre” - fue instituida por el Papa Francisco para ser celebrada el domingo anterior a la Solemnidad de Jesucristo Rey del Universo, que encierra el Año Litúrgico, justamente en preparación a esta solemnidad.
Como lo sabemos, el Papa Francisco instituyó un Jubileo Extraordinario de la Misericordia que inició al final de 2015 y fue concluido en noviembre de 2016. Los fieles tuvieron la oportunidad de recordar y practicar las obras de misericordia que se inspiraban en el capítulo 25 del evangelio según Mateo, justamente el mismo texto utilizado en la Solemnidad de Jesucristo Rey del Universo.
El texto trata del juzgamiento final, en el cual tomarían posesión del Reino de los Cielos quienes practicaron las obras de misericordia con las personas con hambre, con sed, sin ropa, extranjeras, enfermas, en las cárceles - pues lo hicieron con el propio Hijo del Hombre, misteriosa pero realmente presente en los hermanos más pequeños.
En el cierre del Jubileo Extraordinario de la Misericordia, el Papa Francisco escribió una breve carta en la cual, además de dar gracias a Dios por todos los frutos del jubileo, él instituía la Jornada Mundial del Pobre, como gesto concreto a ser repetido anualmente.
El objetivo era - además de celebrar litúrgicamente y ofrecer oraciones por las personas que padecen las más variadas formas de pobreza espiritual y material - motivar los fieles para que fuesen una Iglesia en salida que se encontrara y se solidarizara con los más pobres, reconociendo en ellos a Jesucristo Rey del Universo y les sirviendo, comprometidos con ellos en el cambio de sus condiciones de vida, para que todos tomaran posesión del Reino de los Cielos.
La primera Jornada Mundial del Pobre ocurrió el 2017, el domingo 19 de noviembre. El 2019, el Día del Pobre será el domingo 17 de noviembre.
Atendamos al pedido del Papa Francisco y participemos decididamente de la tercera Jornada Mundial del Pobre, junto a nuestras comunidades, pastorales y movimientos, demostrando a los pobres que ellos son bienaventurados, ya que les pertenecen el Reino de los Cielos y la Iglesia, que es su sacramento en el mundo.
Y que la realización anual del “Día del Pobre” nos motive al compromiso cotidiano con las personas más necesitadas, como nos enseñan la Palabra de Dios y los Documentos de la Iglesia, particularmente su Doctrina Social.



quarta-feira, 13 de novembro de 2019

"Padre bueno es aquel que atiende los fieles en el confesionario". ¿Qué contestar a quienes piensan así?

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Al recibir el sacramento del Bautismo, el cristiano participa de la triple misión de Jesús, o sea, santificar como sacerdote, gobernar como rey y enseñar como profeta.
El sacerdocio, la realeza y el profetismo de Jesús son vividos de diversos modos, conforme la opción vocacional de cada cristiano. Puede hacerlo como fiel laico en el ambiente familiar, de trabajo, del compromiso pastoral, de la transformación de la sociedad etc. Puede hacerlo como religioso consagrado, en la vida comunitaria, en el testimonio de Jesús pobre, obediente y casto, en el servicio a la Iglesia a través de su espiritualidad y carisma etc. Por fin, puede hacerlo como ministro ordenado, en el sacerdocio ministerial, por el sacramento del Orden, en el diaconato, en el presbiterado o en el episcopado.
Un presbítero participa de la misión sacerdotal de Jesús santificando los fieles a través de la administración de los sacramentos, que son signos eficaces de la presencia y de la acción de Jesús en la vida del cristiano.
Un presbítero participa de la misión real de Jesús gobernando los fieles a través de la administración de los bienes eclesiales, de los edificios, de las inversiones, de la recaudación, y también del acompañamiento de las comunidades, pastorales y movimientos, en la cercanía fraterna a los fieles laicos que ejercen funciones de liderazgo, ayudando a discernir y tomar decisiones etc.
Un presbítero participa de la misión profética de Jesús enseñando los fieles a través de la predicación de la Palabra de Dios, en obediencia y comunión con el Magisterio de la Iglesia, que son las enseñanzas oficiales de la Iglesia Católica Apostólica Romana. El anuncio y la denuncia proféticos suelen ser ejercidos en la homilía durante la Eucaristía, pero también pueden darse en la docencia, en los medios de comunicación social etc.
Tradicionalmente les gusta a los fieles laicos ver sus presbíteros atendiendo confesiones o ofreciendo consejería pastoral, en las secretarías y salones parroquiales, o incluso presidiendo los sacramentos. Consideran que esta es la función específica del presbítero, que las demás funciones pueden ser ejercidas por los ministros no ordenados.
Existe alguna dificultad en comprender que la misión de gobernar y la misión de enseñar también corresponden al presbítero, sobre todo en la compleja sociedad actual, tan marcadamente tecnológica y secularizada.
Es cierto que el presbítero necesita equilibrar las diferentes dimensiones de su ministerio, siendo capaz de realizar grandes y multitudinarias actividades evangelizadoras sin descuidar la atención personalizada de los fieles, las visitas pastorales y las confesiones auriculares.
Importa que haya una mutua comprensión y colaboración entre los fieles laicos y los ministros ordenados, y que se supere una visión reduccionista y tradicionalista del ministerio presbiteral, ya que ese es dinámico y se enriquece con los talentos concedidos por el Espíritu Santo a los presbíteros para el bien de los fieles y de la Iglesia en su tarea en el mundo.