La Eucaristía es uno de los siete
sacramentos, junto con el Bautismo, la Confirmación, la Reconciliación, la
Unción de los Enfermos, el Matrimonio y el Orden Sagrada.
La Eucaristía celebra el misterio de la
vida, pasión, muerte y resurrección de Jesucristo durante un Año Litúrgico, con
tiempos y espiritualidades bien definidos, por ejemplo: ciclo del
Adviento/Navidad (encarnación), ciclo de Cuaresma/Pascua (muerte y
resurrección), ciclo ordinario (vida y ministerio).
La celebración de la Eucaristía involucra
la persona por entero, en su capacidad intelectual, en su sensibilidad y
emociones, y también en su corporeidad. Cuanto más involucre la persona por
entero, más eficiente es la celebración de la Eucaristía.
El dinamismo y el ritmo de la Eucaristía se
expresan en sus cuatro ritos, a saber: Ritos Iniciales, Liturgia de la Palabra,
Liturgia Eucarística y Ritos Finales.
Aplaudir, alzar los brazos y bailar son
manifestaciones de efusiva alegría generadas por estar en la presencia de
Jesucristo resucitado, por estar en la Casa de Dios, por estar reunidos los
hermanos, por alabar y engrandecer a Dios por sus manifestaciones pasadas y
presentes, por saberse habitado por el Espíritu Santo.
Hay ritos litúrgicos que inspiran manifestaciones de efusiva alegría, individuales y comunitarias, por ejemplo: el inicio de la Eucaristía, el Himno de Alabanza, el Santo, la despedida. Hay tiempos litúrgicos que motivan tales manifestaciones: la Navidad, la Pascua, el Pentecostés.
Hay ritos litúrgicos que inspiran manifestaciones de efusiva alegría, individuales y comunitarias, por ejemplo: el inicio de la Eucaristía, el Himno de Alabanza, el Santo, la despedida. Hay tiempos litúrgicos que motivan tales manifestaciones: la Navidad, la Pascua, el Pentecostés.
Hay fieles y comunidades más adelantados en
la reflexión y la realización de gestos para acompañar los ritos litúrgicos, de
modo legítimo y conforme las orientaciones litúrgicas oficiales presentadas por
las conferencias episcopales continentales y nacionales y por las comisiones
diocesanas.
Aunque sean prácticas permitidas, aplaudir,
alzar los brazos y bailar deben ser libres, espontáneas y opcionales; nadie
debe sentirse obligado a manifestarse con efusiva alegría - ni laicos, ni ministros ordenados.
En una catequesis litúrgica y eucarística,
conviene estimular los niños, adolescentes y jóvenes - en la línea de una
acción litúrgica que involucra la persona por entero (inteligencia,
sensibilidades, emociones, corporeidad) - para que expresen la alegría de la fe
de modo libre y espontáneo, según las orientaciones de la Iglesia.
Vale recordar que hay momentos y tiempos
litúrgicos impropios para manifestaciones efusivas de alegría. Por ejemplo: el
Acto Penitencial, la consagración eucarística, el Cordero de Dios. Y también:
el ciclo cuaresmal, el ciclo de Adviento.
La Eucaristía, sí, es la actualización del
sacrificio de Jesucristo en la cruz; es también el alegre encuentro con Jesús
resucitado al partir el Pan, que nos lleva a la comunidad y al anuncio
misionero.
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