El Matrimonio es uno de los siete
sacramentos - que son los signos sensibles por los cuales la Gracia de Dios se
manifiesta en la vida de los fieles, especialmente en los momentos más
importantes. Los otros sacramentos son: el Bautismo, la Eucaristía, la
Confirmación, la Reconciliación, la Unción de los Enfermos y el Orden Sagrado.
La vida sacramental inicia con el Bautismo,
que marca el nacimiento del fiel por el agua y el Espíritu Santo, como legítimo
hijo adoptivo de Dios y miembro definitivo de la Iglesia, participando de la
herencia eterna de Jesucristo, Hijo único de Dios que se hizo Hombre.
Para recibir los demás sacramentos, el fiel necesariamente debe haber sido bautizado, pues los sacramentos están conectados entre sí y la acción de uno completa y prepara al otro. Y, por supuesto, toda la acción sacramental va acompañada de su correspondiente fundamentación espiritual, bíblica y catequética, fortaleciendo la vida en comunidad y la abertura a la misión de la Iglesia.
Para recibir los demás sacramentos, el fiel necesariamente debe haber sido bautizado, pues los sacramentos están conectados entre sí y la acción de uno completa y prepara al otro. Y, por supuesto, toda la acción sacramental va acompañada de su correspondiente fundamentación espiritual, bíblica y catequética, fortaleciendo la vida en comunidad y la abertura a la misión de la Iglesia.
El Matrimonio, para alcanzar toda su
plenitud sacramental, necesita ser precedido por el Bautismo y la Confirmación,
y ser acompañado por la Eucaristía, la Reconciliación e incluso por la Unción
de los Enfermos; más todavía cuando llevamos en cuenta que la familia comienza
con la esposa y el esposo y se va completando con las hijas e hijos.
El Matrimonio es el signo sensible por el
cual la Gracia de Dios se manifiesta en la vida de los novios para que su amor
humano sea fortalecido y elevado a la condición de sacramento de servicio a la
vida, ayudando las personas a recordar el amor incondicional y absoluto de
Dios/Esposo por la humanidad/esposa, de Jesús/Esposo por la Iglesia/Esposa.
Dios es Amor - lo enseña las Sagradas Escrituras (I Juan 4, 8b). Donde existe amor, Dios allá está - en eso creen los cristianos. El amor puede surgir entre personas que profesan las mismas verdades de fe, y puede surgir también entre personas con distintas profesiones de fe o, inclusive, que dicen no creer en ninguna divinidad, en ninguna doctrina religiosa.
Dios es Amor - lo enseña las Sagradas Escrituras (I Juan 4, 8b). Donde existe amor, Dios allá está - en eso creen los cristianos. El amor puede surgir entre personas que profesan las mismas verdades de fe, y puede surgir también entre personas con distintas profesiones de fe o, inclusive, que dicen no creer en ninguna divinidad, en ninguna doctrina religiosa.
La Iglesia Católica Apostólica Romana,
buscando cumplir su compromiso evangelizador y atendiendo al legítimo derecho
de un fiel consciente en recibir el Matrimonio, autoriza y celebra la unión
sacramental entre un cristiano católico y una persona no católica, no cristiana
o atea.
El proceso es el siguiente: la primera
iniciativa es presentar Jesucristo y sus enseñanzas, abriendo el camino de la
fe y la conversión. Caso haya realmente un rechazo irreversible, entonces los
novios - a través de la parroquia y del párroco - se dirigen al obispo de la
diócesis, solicitando permiso para la celebración del Matrimonio con
“disparidad de culto”, comprometiéndose por escrito a educar los futuros hijos
en la fe cristiana católica.
Una vez permitida la solicitud por el obispo diocesano, la persona no católica, no cristiana o atea se puede unir sacramentalmente a un fiel católico, sin la necesidad de haber recibido el Bautismo ni los demás sacramentos, a fin de no privar el fiel católico de su legítimo derecho al Matrimonio, para que no viva en unión libre.
Una vez permitida la solicitud por el obispo diocesano, la persona no católica, no cristiana o atea se puede unir sacramentalmente a un fiel católico, sin la necesidad de haber recibido el Bautismo ni los demás sacramentos, a fin de no privar el fiel católico de su legítimo derecho al Matrimonio, para que no viva en unión libre.
Respetando la sacralidad de la consciencia
religiosa del hombre, y creyendo en la fuerza del testimonio de la fe cristiana
vivida en lo cotidiano, la Iglesia espera que la convivencia conyugal pueda
contribuir a la abertura de la fe en Jesucristo y a la conversión de quien
todavía es no católico, no cristiano o ateo.
Nenhum comentário:
Postar um comentário