quarta-feira, 13 de novembro de 2019

"Padre bueno es aquel que atiende los fieles en el confesionario". ¿Qué contestar a quienes piensan así?

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Al recibir el sacramento del Bautismo, el cristiano participa de la triple misión de Jesús, o sea, santificar como sacerdote, gobernar como rey y enseñar como profeta.
El sacerdocio, la realeza y el profetismo de Jesús son vividos de diversos modos, conforme la opción vocacional de cada cristiano. Puede hacerlo como fiel laico en el ambiente familiar, de trabajo, del compromiso pastoral, de la transformación de la sociedad etc. Puede hacerlo como religioso consagrado, en la vida comunitaria, en el testimonio de Jesús pobre, obediente y casto, en el servicio a la Iglesia a través de su espiritualidad y carisma etc. Por fin, puede hacerlo como ministro ordenado, en el sacerdocio ministerial, por el sacramento del Orden, en el diaconato, en el presbiterado o en el episcopado.
Un presbítero participa de la misión sacerdotal de Jesús santificando los fieles a través de la administración de los sacramentos, que son signos eficaces de la presencia y de la acción de Jesús en la vida del cristiano.
Un presbítero participa de la misión real de Jesús gobernando los fieles a través de la administración de los bienes eclesiales, de los edificios, de las inversiones, de la recaudación, y también del acompañamiento de las comunidades, pastorales y movimientos, en la cercanía fraterna a los fieles laicos que ejercen funciones de liderazgo, ayudando a discernir y tomar decisiones etc.
Un presbítero participa de la misión profética de Jesús enseñando los fieles a través de la predicación de la Palabra de Dios, en obediencia y comunión con el Magisterio de la Iglesia, que son las enseñanzas oficiales de la Iglesia Católica Apostólica Romana. El anuncio y la denuncia proféticos suelen ser ejercidos en la homilía durante la Eucaristía, pero también pueden darse en la docencia, en los medios de comunicación social etc.
Tradicionalmente les gusta a los fieles laicos ver sus presbíteros atendiendo confesiones o ofreciendo consejería pastoral, en las secretarías y salones parroquiales, o incluso presidiendo los sacramentos. Consideran que esta es la función específica del presbítero, que las demás funciones pueden ser ejercidas por los ministros no ordenados.
Existe alguna dificultad en comprender que la misión de gobernar y la misión de enseñar también corresponden al presbítero, sobre todo en la compleja sociedad actual, tan marcadamente tecnológica y secularizada.
Es cierto que el presbítero necesita equilibrar las diferentes dimensiones de su ministerio, siendo capaz de realizar grandes y multitudinarias actividades evangelizadoras sin descuidar la atención personalizada de los fieles, las visitas pastorales y las confesiones auriculares.
Importa que haya una mutua comprensión y colaboración entre los fieles laicos y los ministros ordenados, y que se supere una visión reduccionista y tradicionalista del ministerio presbiteral, ya que ese es dinámico y se enriquece con los talentos concedidos por el Espíritu Santo a los presbíteros para el bien de los fieles y de la Iglesia en su tarea en el mundo.



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