Al recibir el sacramento del Bautismo, el
cristiano participa de la triple misión de Jesús, o sea, santificar como
sacerdote, gobernar como rey y enseñar como profeta.
El sacerdocio, la realeza y el profetismo
de Jesús son vividos de diversos modos, conforme la opción vocacional de cada
cristiano. Puede hacerlo como fiel laico en el ambiente familiar, de trabajo,
del compromiso pastoral, de la transformación de la sociedad etc. Puede hacerlo
como religioso consagrado, en la vida comunitaria, en el testimonio de Jesús
pobre, obediente y casto, en el servicio a la Iglesia a través de su
espiritualidad y carisma etc. Por fin, puede hacerlo como ministro ordenado, en
el sacerdocio ministerial, por el sacramento del Orden, en el diaconato, en el
presbiterado o en el episcopado.
Un presbítero participa de la misión sacerdotal de Jesús santificando los fieles a través de la administración de los sacramentos, que son signos eficaces de la presencia y de la acción de Jesús en la vida del cristiano.
Un presbítero participa de la misión sacerdotal de Jesús santificando los fieles a través de la administración de los sacramentos, que son signos eficaces de la presencia y de la acción de Jesús en la vida del cristiano.
Un presbítero participa de la misión real
de Jesús gobernando los fieles a través de la administración de los bienes
eclesiales, de los edificios, de las inversiones, de la recaudación, y también
del acompañamiento de las comunidades, pastorales y movimientos, en la cercanía
fraterna a los fieles laicos que ejercen funciones de liderazgo, ayudando a
discernir y tomar decisiones etc.
Un presbítero participa de la misión
profética de Jesús enseñando los fieles a través de la predicación de la
Palabra de Dios, en obediencia y comunión con el Magisterio de la Iglesia, que
son las enseñanzas oficiales de la Iglesia Católica Apostólica Romana. El
anuncio y la denuncia proféticos suelen ser ejercidos en la homilía durante la
Eucaristía, pero también pueden darse en la docencia, en los medios de
comunicación social etc.
Tradicionalmente les gusta a los fieles
laicos ver sus presbíteros atendiendo confesiones o ofreciendo consejería
pastoral, en las secretarías y salones parroquiales, o incluso presidiendo los
sacramentos. Consideran que esta es la función específica del presbítero, que
las demás funciones pueden ser ejercidas por los ministros no ordenados.
Existe alguna dificultad en comprender que
la misión de gobernar y la misión de enseñar también corresponden al
presbítero, sobre todo en la compleja sociedad actual, tan marcadamente
tecnológica y secularizada.
Es cierto que el presbítero necesita
equilibrar las diferentes dimensiones de su ministerio, siendo capaz de
realizar grandes y multitudinarias actividades evangelizadoras sin descuidar la
atención personalizada de los fieles, las visitas pastorales y las confesiones
auriculares.
Importa que haya una mutua comprensión y colaboración entre los fieles laicos y los ministros ordenados, y que se supere una visión reduccionista y tradicionalista del ministerio presbiteral, ya que ese es dinámico y se enriquece con los talentos concedidos por el Espíritu Santo a los presbíteros para el bien de los fieles y de la Iglesia en su tarea en el mundo.
Importa que haya una mutua comprensión y colaboración entre los fieles laicos y los ministros ordenados, y que se supere una visión reduccionista y tradicionalista del ministerio presbiteral, ya que ese es dinámico y se enriquece con los talentos concedidos por el Espíritu Santo a los presbíteros para el bien de los fieles y de la Iglesia en su tarea en el mundo.
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