terça-feira, 3 de dezembro de 2019

¿Cuál es el sentido de utilizar aclamaciones y cánticos en latín o griego en la Eucaristía?


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A veces estamos tan acostumbrados a nuestra Eucaristía dominical o diaria que llegamos a olvidarnos que se trata de una celebración religiosa antiquísima que surgió en un contexto cultural y lingüístico muy diferente del nuestro actual.
La civilización grecorromana dejó marcas permanentes en la cultura occidental, aún después que estos imperios dejaron de existir históricamente, sobre todo gracias al Cristianismo romano, a través de su liturgia que se desparramó por los cuatro rincones del mundo.
Cuando el Hijo de Dios se hizo Hombre, naciendo de Santa María, Israel estaba bajo la dominación del Imperio Romano, que había sucedido al gran Imperio Griego. En este contexto histórico, geográfico, religioso y cultural, era común en Israel los idiomas hebreo, griego y latino.
En lo que se refiere a las Sagradas Escrituras, el Primer Testamento fue escrito en hebreo (después traducido al griego), con algunos libros originalmente ya escritos en griego. El Segundo Testamento fue completamente escrito en griego - aunque el evangelio según Mateo, conforme la Tradición de la Iglesia, originalmente fuera escrito en hebreo. Entre el fin del siglo IV y comienzo del siglo V, los dos testamentos fueron traducidos por San Jerónimo al idioma latino, en la famosa edición llamada Vulgata.
Palabras y expresiones importantes en estos idiomas generalmente fueron preservadas, pues fue difícil encontrar sinónimos adecuados para la traducción en las diversas lenguas.
La Iglesia Católica Apostólica Romana adoptó el latín como su idioma oficial, ya que él posee una estructura gramatical muy precisa que facilita expresar las verdades de la fe cristiana, sin prestarse a confusiones o problemas de interpretación. Aún en la actualidad, los documentos oficiales de la Iglesia son originalmente publicados en latín; por eso el título de los documentos está siempre en latín.
Con la creciente separación entre Iglesia y Estado en las diversas naciones, los idiomas propios de cada país pasaron a ser más valorados y preferidos en relación al latín.
En el importante Concilio Ecuménico Vaticano II - celebrado entre los años 1962 y 1965 - la Iglesia aprobó el uso de las lenguas vernáculas (propias de cada país) para la celebración de los sacramentos, aun conservando la oficialidad del idioma latino. Desde entonces las aclamaciones y cánticos durante la Eucaristía comenzaron a ser traducidos o producidos en los diversos idiomas.
En sus actividades y celebraciones oficiales, especialmente de carácter internacional, la Iglesia utiliza el idioma latino - estudiado y utilizado por el papa, cardenales y por la mayoría de los obispos, presbíteros y diáconos - para facilitar la participación activa de los presentes.
En la actualidad, existen grupos de ministros ordenados y no ordenados - tanto ancianos cuanto jóvenes - que demuestran gran interés por recuperar la utilización del idioma latino (y también del griego), especialmente en contextos celebrativos y sacramentales.
Esa práctica es permitida, siempre que los fieles sean suficientemente formados y entiendan el sentido y el significado de aclamaciones y cánticos que no pertenecen a su contexto cultural y lingüístico. La utilización del latín (y del griego) no debe perjudicar la comprensión y la participación de los fieles durante la Eucaristía, que tienen el derecho de participar de los misterios sagrados en su lengua vernácula, como lo asegura la Iglesia.



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