El Cristianismo posee una innegable
dimensión doctrinal, un embasamiento teórico muy bien expresado por las
ciencias teológicas, sintetizado en el Catecismo de la Iglesia Católica. Es
como un enorme edificio formado por verdades ensambladas unas en
las otras, en las cuales se sostiene y se transmite la fe cristiana de
generación en generación, de un modo inteligible, atendiendo a las exigencias
de la racionalidad humana.
Pero la dimensión doctrinal no es el todo; antes de ella y más importante que ella está la experiencia personal con Dios Padre e Hijo y Espíritu Santo. Se trata de una experiencia que, sin negar la racionalidad, se basa en el intenso sentimiento de sentirse encontrado, amado, perdonado, restaurado, comprendido, acompañado, sostenido, amparado, protegido por Dios.
Pero la dimensión doctrinal no es el todo; antes de ella y más importante que ella está la experiencia personal con Dios Padre e Hijo y Espíritu Santo. Se trata de una experiencia que, sin negar la racionalidad, se basa en el intenso sentimiento de sentirse encontrado, amado, perdonado, restaurado, comprendido, acompañado, sostenido, amparado, protegido por Dios.
Tal sentimiento es tan intenso que suele
venir acompañado de reacciones emocionales, como frío, calor, temblor, sudor,
palpitaciones, lágrimas, sonrisas, entre otras sensaciones.
Nosotros los cristianos afirmamos que Dios es persona; o mejor, tres Personas en una sola Divinidad. En otras palabras, Él no es una idea, una energía, una luz, una fuerza. Él es Persona, y quiere relacionarse personalmente con cada mujer y hombre.
Nosotros los cristianos afirmamos que Dios es persona; o mejor, tres Personas en una sola Divinidad. En otras palabras, Él no es una idea, una energía, una luz, una fuerza. Él es Persona, y quiere relacionarse personalmente con cada mujer y hombre.
La irreemplazable dimensión comunitaria del
Cristianismo no tiene la más mínima pretensión de anular o disminuir la
experiencia personal con Dios; es totalmente lo contrario, la comunidad se
empeña para crear las condiciones necesarias para que la experiencia personal
con Dios sea posible.
Una auténtica experiencia personal con Dios
necesariamente conduce hacia la vida en comunidad, hacia el testimonio alegre
de la fe en las pastorales y movimientos, en las visitas misioneras, en el
compromiso con los hermanos más necesitados. La verdadera experiencia personal
con Dios no aísla la mujer y el hombre en un intimismo religioso o subjetivismo
espiritual.
Quien ya pasó por la experiencia personal
con Dios siente una necesidad incontrolable de ayudar otras personas para que
tengan la misma oportunidad.
Valorando particularmente los sacramentos
de la Iglesia y los tiempos litúrgicos con sus respectivas solemnidades y
fiestas, los ministros ordenados y no ordenados se empeñan en motivar los
fieles para que se abran y alcancen la experiencia personal con Dios, a través
de momentos de espiritualidad, de predicaciones, de cánticos, de dinámicas, de
objetos y símbolos, de gestos y votos, de procesiones y peregrinaciones etc.
Sin juzgar la experiencia espiritual de
nadie, desafortunadamente existe una enorme posibilidad de que muchos fieles
hayan recibido los sacramentos del Bautismo, la Eucaristía, la Confirmación y
la Reconciliación, pero todavía no hayan hecho una experiencia personal con
Dios.
En algunos casos, la relación con Dios es
solo racional, sin bajar al corazón, al centro de cada mujer y hombre. También
suele pasar que un fiel esté comprometido en alguna comunidad, pastoral o
movimiento, pero con objetivos y actitudes no necesariamente cristianos,
puramente humanos, sociológicos, institucionales.
Urge que los ministros ordenados y no ordenados sigamos estimulando las mujeres y hombres, de todas las edades, en la Iglesia y la sociedad, para que tengan una auténtica experiencia personal con Dios y, a la vez, incentiven los fieles que ya vivieron esa experiencia para que perseveren en ella, sin perder el amor primero, especialmente en las dificultades de la vida.
Urge que los ministros ordenados y no ordenados sigamos estimulando las mujeres y hombres, de todas las edades, en la Iglesia y la sociedad, para que tengan una auténtica experiencia personal con Dios y, a la vez, incentiven los fieles que ya vivieron esa experiencia para que perseveren en ella, sin perder el amor primero, especialmente en las dificultades de la vida.
Nenhum comentário:
Postar um comentário