terça-feira, 19 de novembro de 2019

¿Cómo entender la pedofilia en la Iglesia?


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La pedofilia es un serio desvío de carácter, que puede ser causado por disturbios o trastornos de orden sexual, volviendo quien la practica una amenaza real para la sana convivencia social, especialmente para las criaturas.
Una persona adulta sana tiene intereses y deseo sexual por personas adultas, conscientes y libres. Sin embargo, una persona pedófila se interesa y desea sexualmente criaturas, todavía vulnerables e ingenuas.
La práctica de la pedofilia es más repugnante todavía cuando quien la ejerce utiliza su posición social, su prestigio, su autoridad para manipular, constreñir y amenazar la criatura, a fin de obtener de ella ventajas o favores sexuales.
La pedofilia es un crimen sin negociación, pasible de condena conforme el código de derecho civil y el estatuto del niño y del adolescente, tanto para quien la practica cuanto para quien se vuelve cómplice por omisión consciente. Además de cumplir condena, las personas involucradas son obligadas a indemnizar la víctima.
La pedofilia es una práctica hedionda, tanto en la sociedad en general cuanto en la Iglesia. Se espera de los cristianos que, siguiendo el ejemplo de Jesucristo, sepan acoger y respetar las criaturas, cuidando de ellas y protegiéndolas de cualquier clase de peligro o riesgo, incluyendo los de naturaleza sexual.
Aunque algunos miembros de la Iglesia hayan cometido el crimen de la pedofilia - y que algunas autoridades eclesiales se hayan omitido, aún tomando conocimiento de las prácticas - oficialmente la Iglesia repugna la pedofilia y orienta sus autoridades a defender la víctima, no quien cometió el crimen, entregando la persona a las autoridades civiles para que lleven adelante el proceso jurídico.
Además, la Iglesia oficialmente determina que la persona pedófila indemnice la víctima, a fin de que pueda superar los traumas generados por tal crimen.
Para prevenir y evitar la práctica de la pedofilia, la Iglesia convoca a todos sus miembros para que estén atentos y acompañen de modo cercano y prudente las actividades evangelizadoras infantiles, observando tanto las criaturas cuanto las personas que las conducen. Es muy importante que las madres y los padres participen de las actividades junto con sus hijos e hijas.
En el combate a la pedofilia, la sociedad también debe estar atenta a la pornografía infantil y a los materiales eróticos involucrando las criaturas.



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