sexta-feira, 20 de dezembro de 2019

¿Las mascotas reemplazan la compañía y el cariño de los seres humanos?


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La convivencia armoniosa entre los seres humanos y los animales y las plantas estaba en la mente y el corazón de Dios Padre Creador. Hablando respecto de la dignidad de la mujer y del hombre, de su superioridad en relación a los demás seres vivos y a la naturaleza, y de su responsabilidad sobre la creación, las Sagradas Escrituras, en el libro del Génesis, afirma que el ser humano fue la única creatura hecha a imagen y semejanza de Dios, que el Padre Creador permitió a la mujer y al hombre que dispusieran de los animales y de las plantas para su alimentación y colaboración en el trabajo, y que el ser humano tiene la misión de cuidar y proteger tanto la naturaleza cuanto los animales y las plantas.
De hecho, desde tiempos muy antiguos, las mujeres y los hombres - en la medida de lo posible - han domesticado algunos animales para que convivieran más armoniosamente junto a sus familias, beneficiándose de sus capacidades y habilidades específicas: fuerza, belleza, vigilancia, inteligencia, vitalidad, obediencia, alegría etc.
Anteriormente, los animales eran conservados fuera de la residencia, que era reservada exclusivamente a los seres humanos. Para protegerlos del frío y calor extremos y de animales predadores, sus dueños les construían casitas, donde descansaban y recibían comida y agua. En la mayor parte del tiempo permanecían libres, siendo encadenados solo en caso de agresividad o de peligro.
En los últimos tiempos los animales fueron siendo introducidos en las residencias, dividiendo el espacio con sus dueños, descansando entre ellos, recibiendo cada vez más cuidado y atención. Algunos dueños, por ejemplo, duermen con sus mascotas, se les compran joyas, dan nombres humanos a ellas, conmemoran su cumpleaños, pasean con ellas en centros comerciales, se les llevan a restaurantes, gastan frecuentemente grandes montos de dinero en higiene y moda para animales etc.
Algunas personas y parejas han preferido adquirir perros y gatos que generar vidas humanas, la convivencia con las mascotas a compartir con familiares y amigos.
Esas actitudes pueden indicar, por un lado, que las personas y parejas han buscado ser más conscientes y han evitado generar vidas humanas de modo irresponsable y; por otro lado, también pueden indicar que las mujeres y hombres han pasado por experiencias familiares, conyugales y de amistades marcadas por la frustración, la decepción, el desprecio, la violencia, que ya no creen en la convivencia armoniosa con otras personas, invirtiendo en las mascotas.
Una cosa es cierta: la dignidad del ser humano es superior a la de las mascotas. Jamás una persona puede ser reemplazada por un animal. La necesidad humana de amor, de afecto, de comprensión, de complementariedad solo puede ser plenamente satisfecha con otros seres humanos. Generar y cuidar de una vida humana, conviviendo y creciendo con ella, tiene un potencial humanizador que mascota alguna puede ofrecer.
No es sano a la estructura intelectual y psíquica de un ser humano bajar al status de un animal, ni tampoco elevarlo al status de persona. Solo la convivencia entre seres humanos es capaz de hacerlos crecer y desarrollarse como persona y, por sobre todo, como hijos de Dios.



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