sexta-feira, 18 de outubro de 2019

¿Qué realmente significa ser santo? ¿A cuál santidad Dios nos llama?


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Ser santo significa ser pleno, ser entero; significa alcanzar la máxima expresión de uno mismo; significa cumplir plenamente el propósito de la existencia - a pesar de las situaciones adversas y de las resistencias externas.
Solo Dios es Santo en Sí mismo. Él es Aquel que es. Nosotros los seres humanos - aunque hayamos sido creados a imagen y semejanza de Dios - somos limitados e imperfectos. Es un rasgo característico de nuestra condición de criatura.
Cuanto más reconocemos nuestra pequeñez ante la grandeza de Dios, nuestras limitaciones ante la perfección de Dios, más nos sentimos atraídos por Su santidad y buscamos reproducir en nuestra vida los valores que admiramos en Él.
Aquel que nos creó y es Santo permite que nosotros - criaturas limitadas e imperfectas - participemos de Su santidad y seamos mujeres y hombres plenos, enteros, que en Él nosotros alcancemos la máxima expresión de nosotros mismos, que en Él nosotros cumplamos plenamente el propósito de nuestra existencia, que en Él nosotros superemos las situaciones adversas y las resistencias internas y externas.
La santidad a la que Dios nos llama es vivir una auténtica relación de amor y fidelidad con Él y también con las demás personas y criaturas a nuestro alrededor. Esa santidad se manifiesta en la oración cotidiana, en la práctica de la caridad, en la búsqueda por la justicia y la paz, en la confianza absoluta en medio a los sufrimientos y persecuciones, en la resistencia ante el mal y sus múltiples manifestaciones etc.
El ejemplo de santidad está en Jesucristo - que, sí, es Dios, pero también es verdaderamente Hombre. Para alcanzar la santidad y perseverar en ella, Dios nos ofrece Su Espíritu Santo y Su Gracia divina que llega hacia nosotros especialmente a través de los sacramentos de la Iglesia - de un modo particular la Eucaristía y la Reconciliación.
La verdadera santidad congrega y reúne las personas. No es un aislamiento, una separación, un intimismo espiritual. Es una santidad vivida en la tierra, en el mundo, como la sal que da sabor y la luz que ilumina. La santidad es bella; atrae por su sencillez y sinceridad.
La santidad es para todos: niños, jóvenes, adultos, solteros, casados, laicos, consagrados, ministros ordenados, amas de casa, trabajadores en el campo, en las fábricas, en los centros comerciales, en las universidades, en el ejercicio de la ciudadanía.
La vida de las santas y santos canonizados por la Iglesia sea una inspiración para nosotros. La santidad es un bello estilo de vida, que conduce a la plenitud y a la felicidad.



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