Ser santo significa ser pleno, ser entero;
significa alcanzar la máxima expresión de uno mismo; significa cumplir
plenamente el propósito de la existencia - a pesar de las situaciones adversas
y de las resistencias externas.
Solo Dios es Santo en Sí mismo. Él es Aquel que es. Nosotros los seres humanos - aunque hayamos sido creados a imagen y semejanza de Dios - somos limitados e imperfectos. Es un rasgo característico de nuestra condición de criatura.
Solo Dios es Santo en Sí mismo. Él es Aquel que es. Nosotros los seres humanos - aunque hayamos sido creados a imagen y semejanza de Dios - somos limitados e imperfectos. Es un rasgo característico de nuestra condición de criatura.
Cuanto más reconocemos nuestra pequeñez
ante la grandeza de Dios, nuestras limitaciones ante la perfección de Dios, más
nos sentimos atraídos por Su santidad y buscamos reproducir en nuestra vida los
valores que admiramos en Él.
Aquel que nos creó y es Santo permite que
nosotros - criaturas limitadas e imperfectas - participemos de Su santidad y
seamos mujeres y hombres plenos, enteros, que en Él nosotros alcancemos la
máxima expresión de nosotros mismos, que en Él nosotros cumplamos plenamente el
propósito de nuestra existencia, que en Él nosotros superemos las situaciones
adversas y las resistencias internas y externas.
La santidad a la que Dios nos llama es
vivir una auténtica relación de amor y fidelidad con Él y también con las demás
personas y criaturas a nuestro alrededor. Esa santidad se manifiesta en la
oración cotidiana, en la práctica de la caridad, en la búsqueda por la justicia
y la paz, en la confianza absoluta en medio a los sufrimientos y persecuciones,
en la resistencia ante el mal y sus múltiples manifestaciones etc.
El ejemplo de santidad está en Jesucristo -
que, sí, es Dios, pero también es verdaderamente Hombre. Para alcanzar la
santidad y perseverar en ella, Dios nos ofrece Su Espíritu Santo y Su Gracia
divina que llega hacia nosotros especialmente a través de los sacramentos de la
Iglesia - de un modo particular la Eucaristía y la Reconciliación.
La verdadera santidad congrega y reúne las
personas. No es un aislamiento, una separación, un intimismo espiritual. Es una
santidad vivida en la tierra, en el mundo, como la sal que da sabor y la luz
que ilumina. La santidad es bella; atrae por su sencillez y sinceridad.
La santidad es para todos: niños, jóvenes, adultos, solteros, casados, laicos, consagrados, ministros ordenados, amas de casa, trabajadores en el campo, en las fábricas, en los centros comerciales, en las universidades, en el ejercicio de la ciudadanía.
La santidad es para todos: niños, jóvenes, adultos, solteros, casados, laicos, consagrados, ministros ordenados, amas de casa, trabajadores en el campo, en las fábricas, en los centros comerciales, en las universidades, en el ejercicio de la ciudadanía.
La vida de las santas y santos canonizados
por la Iglesia sea una inspiración para nosotros. La santidad es un bello
estilo de vida, que conduce a la plenitud y a la felicidad.
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