“Por eso un hombre deja su padre y su
madre, se une a su mujer, y ellos se vuelven una sola carne” (Génesis 2, 24;
Marcos 10, 7)
Excepto los cristianos que - correspondiendo a una gracia especial recibida directamente de Dios - deciden de modo libre y legítimo consagrarse a Él en la vida religiosa (y hacen voto de castidad) o eligen el sacerdocio ministerial (y asumen el compromiso del celibato) u optan por la vida soltera (y se dedican a alguna causa noble), la inmensa mayoría de los seguidores de Jesucristo se siente llamada a vivir su compromiso cristiano en el mundo de la familia, con la gracia del sacramento del Matrimonio.
Considerando esa realidad, los padres y
educadores deben acompañar sus hijos y alumnos, ayudándoles a prepararse para
el estado de vida que libre y legítimamente están eligiendo, comprendiendo y
asumiendo sus deberes correspondientes.
El noviazgo es la etapa en la que la chica
y el muchacho se dan a conocer, presentando la propia personalidad, los
proyectos y valores personales, acercándose de los familiares y amigos más
próximos, ofreciendo y recibiendo apoyo afectivo y motivacional para la
superación de limitaciones y desafíos, creciendo en la confianza mutua etc.
El noviazgo es más que diversión o
pasatiempo; es más que seducción o conquista; es más que abrazos y besos. El
noviazgo tiene un ojo que observa el presente mientras el otro contempla el
futuro. Nadie tiene derecho de cautivar una persona para luego abandonarla. Un muchacho
no tiene derecho de engañar una chica - haciéndola perder tiempo inútilmente -
y viceversa.
Principalmente los cristianos aprovechan la
etapa del noviazgo para conversar sobre la Voluntad de Dios respecto de la
mujer y del hombre en la vivencia de la afectividad y la sexualidad, poniendo
todas sus capacidades y recursos a disposición del cumplimiento de esa
Voluntad.
En otras palabras, para los cristianos el
noviazgo está en vista del sacramento del Matrimonio, donde la vocación humana
al amor encuentra su máxima expresión y realización, incluso en la abertura a
la fecundidad conyugal.
El noviazgo debería ser inmediatamente
interrumpido si una de las partes se diera cuenta de que la otra no tiene la
sincera intención de llegar al Matrimonio, o no está dispuesta a asumir sus
deberes correspondientes, o no pone todas sus capacidades y recursos para
cumplir la Voluntad de Dios.
Para los cristianos el noviazgo es algo
serio. Por eso los padres y educadores acompañan los muchachos y chicas para
que vivan esa etapa previa al Matrimonio por el tiempo justo y preciso - sin
apuro y también sin tardanza - profundizando la espiritualidad conyugal y
organizándose financieramente para la vida en familia.
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