Promover la vida y hacer que el bien crezca
son tareas urgentes y cotidianas que requieren compromiso, entusiasmo, osadía,
sensibilidad, unión, acompañamiento, perseverancia, organización, creatividad,
capacidad de diálogo, preparación, altruismo, entre tantas otras virtudes.
Ante evidentes e innegables necesidades que
afligen un ser humano o todo un grupo de personas, es fundamental ofrecer una
respuesta inmediata y solidaria en vista de defender y proteger la vida, de no
dejar que la vida perezca. En otras palabras, es necesario tomar una
providencia concreta para amenizar una situación de emergencia.
Asistir personas necesitadas fue una
práctica muy común de Jesucristo y también de Sus discípulos: enfermos fueron sanados,
atormentados fueron liberados, hambrientos fueron saciados, humillados fueron
exaltados, tristes fueron consolados, perdidos fueron encontrados, pecadores
fueron perdonados, y mucho más.
La caridad de Cristo y de los cristianos es
la primera y más grande virtud, seguida de la fe y la esperanza. Es un gesto
gratuito, desinteresado y cargado de amor. Es el reconocimiento de que Dios
Padre y Dios Hijo, de un modo misterioso, pero real, está presente en la
persona asistida. Es el pleno cumplimiento de la Ley que enseña a amar a Dios y
al prójimo.
Se suele dar el nombre de “asistencialismo” a acciones que promueven la vida y hacen que el bien crezca, pero que son mal-intencionadas, que visan exaltar personas o instituciones, que no son gratuitas ni generosas, que se limitan a la atención inicial sin pensar en la continuidad ni en las causas estructurales, que no busca una solución definitiva, que es simplista e inconstante.
Se suele dar el nombre de “asistencialismo” a acciones que promueven la vida y hacen que el bien crezca, pero que son mal-intencionadas, que visan exaltar personas o instituciones, que no son gratuitas ni generosas, que se limitan a la atención inicial sin pensar en la continuidad ni en las causas estructurales, que no busca una solución definitiva, que es simplista e inconstante.
Por supuesto que las personas necesitadas
deben estar directamente involucradas en el cambio de mentalidad y de
actitudes, y deben estar conscientes de que la asistencia recibida es en
carácter de emergencia y circunstancial, e que nadie las puede reemplazar en su
proceso de crecimiento y madurez, de asumir la propia vida - principalmente
porque son muchas las personas necesitadas para recibir ayuda.
La caridad cristiana algunas veces se puede
volver asistencialista cuando los fieles actúan más por la emoción del momento
que por la consciencia de la dignidad del ser humano, cuando se limitan a
acciones puntuales y circunstanciales, sin visión de proceso, sin involucrar la
iniciativa pública y privada, sin atingir las causas estructurales, cuando son
utilizadas como propaganda para atraer nuevos cristianos de modo proselitista,
cuando están vueltas exclusivamente para los miembros de la Iglesia etc.
Es siempre importante conservar una actitud
de auto-crítica a fin de que sea preservada la auténtica caridad cristiana, que
satisface las necesidades del tiempo presente y que también se proyecta hacia
la salvación eterna. Así la caridad cristiana se va a diferenciar del
asistencialismo.
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