El Génesis es el principal libro de las
Sagradas Escrituras que trata del tema del surgimiento del mundo y de la vida.
La propia palabra griega “génesis” significa origen, creación, principio.
Se trata de un libro bastante antiguo que
reúne una serie de historias que narran los comienzos del pueblo de Israel y de
la fe judía en Dios como Creador, contando la vida de famosos personajes, como
Adán, Eva, Noé y los patriarcas Abraham, Isaac y Jacob.
Los primeros once capítulos del libro del Génesis no son históricos, hasta porque los autores sagrados no disponían de los indispensables recursos científicos de la Historia o de la Arqueología.
Los primeros once capítulos del libro del Génesis no son históricos, hasta porque los autores sagrados no disponían de los indispensables recursos científicos de la Historia o de la Arqueología.
El objetivo de estos capítulos no es hacer
un relato histórico, sino lanzar una mirada de fe sobre el surgimiento del
mundo y de la vida, aprovechando experiencias y relatos de diferentes pueblos y
culturas.
Lo más importante para los autores sagrados
del libro del Génesis era afirmar que el mundo no existía por sí mismo, que su
harmonía y belleza no eran fruto del acaso, sino que había una inteligencia
creativa y ordenada responsable por el origen del mundo y por su expansión, que
los autores afirmaron ser Dios. Mientras otros pueblos y religiones adoraban el
sol, la luna y otros elementos de la naturaleza como divinidades, los judíos
declaraban que solo había un Dios único y verdadero, inteligente y amoroso,
dueño y responsable por la existencia del mundo.
La creación del mundo por Dios en seis días
expresaba la idea de proceso y de interdependencia. Al afirmar que Dios
descansó de su trabajo creador el séptimo día, los autores bíblicos estaban
confirmando la autoridad del tercer mandamiento “Guardarás el sábado” o “El
séptimo día pertenece a Dios”.
Adán y Eva no son personajes históricos;
ellos representan el inicio de la humanidad, con sus posibilidades y límites,
su abertura a Dios y su uso de la libertad para desagradar a Dios.
Los autores sagrados aprovecharon las
historias sobre los orígenes de la humanidad para afirmar la dignidad del ser
humano, su responsabilidad ante el mundo y la vida, la inclinación al mal, la complementariedad
entre la mujer y el hombre, la bondad de Dios que perdona y restaura.
La Sagrada Escritura debe ser leída y
comprendida dentro del contexto en que cada libro fue escrito, sin limitarse a
una comprensión literal ni a una interpretación fundamentalista, que
infantiliza los fieles y no ayuda a superar la ingenuidad, pues está
desvinculada del sano diálogo entre la fe y las ciencias, especialmente la
Teología y las ciencias hermenéuticas.
Es importante repensar la evangelización de
los fieles, especialmente los niños, adolescentes y jóvenes en la Catequesis
fundamental, para no insistir en contenidos y metodologías caducas que, tarde o
temprano, pueden generar la sensación de ingenuidad y engaño y llevar a la
indiferencia religiosa.