quarta-feira, 4 de setembro de 2019

¿Qué cuidados debe tener un líder cristiano para no se transformar en un "funcionario del sagrado"?


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Seguramente existen muchas y buenas excepciones - y alabado sea Dios por ellas.
Pero desafortunadamente las personas suelen tener una imagen negativa de los funcionarios, principalmente quienes trabajan en instituciones públicas, como hospitales, escuelas etc; suelen ser muy criticados quienes tienen contacto con las personas, especialmente en la oficina y atención.
Generalmente las críticas se refieren al modo como tratan las personas: de manera formal, impersonal, sin contacto visual, sin simpatía, con prisa, distraído con otras actividades o con compañeros, con informaciones incompletas, sin objetividad ni iniciativa personal, sin preparación para tomar decisiones, indiferentes, sin priorizar la atención para ancianos, gestantes o personas con dificultad motora, que privilegian los familiares y amigos etc.
Específicamente sobre los funcionarios públicos, las críticas se refieren a que no se esfuerzan porque poseen un contrato laboral fijo y que no tienen preocupación en quedarse desempleados.
Los cristianos que desarrollan algún ministerio dentro de la Iglesia también necesitan quedarse atentos para que no acaben volviéndose “funcionarios del sagrado”, desarrollando la misión que recibieron de Cristo e de la Iglesia con las mismas actitudes de aquellos funcionarios públicos displicentes.
Los ministros de la Iglesia deben ser expertos en humanismo, sabiendo tratar las personas de la mejor manera posible, como el propio Cristo las trataría; o mejor, tratarlas como lo harían con el propio Cristo.
Por supuesto que cada persona tiene su propio carácter, su personalidad. Pero es necesario que cada ministro de la Iglesia tenga un compromiso personal con la amabilidad, con los buenos modales, con el respeto, desarrollando su ministerio con amor y dedicación. Cuando se sienta cansado, enfermo, estresado, con problemas personales, lo ideal sería alejarse momentáneamente a fin de solucionar sus dificultades y, entonces, retornar al ejercicio de su ministerio con alegría y entusiasmo.
El hermano mayor de la parábola del hijo pródigo tenía una relación formal y fría con el padre, a pesar de estar siempre en su compañía. Jesús no quiso relacionarse con sus discípulos como un Maestro con sus siervos. Él les trataba como amigos. Así también debemos tratarnos unos a otros.
Qué Dios libre nuestros ministros laicos y ordenados de volverse “funcionarios del sagrado”.



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