Las mujeres y los hombres comprendieron que
fueron creados sexuados para que pudieran crecer y multiplicarse, poblando la
tierra y sometiéndola, conforme la voluntad del Creador. Dejando padre y madre
para unirse y formar una sola carne, la mujer y hombre - bendecidos por Dios -
engendrarían nuevas vidas a través de la intimidad sexual.
Diferente de los demás animales - que
tienen su sexualidad limitada a la dimensión genital, instintiva y procreadora
-, la mujer y el hombre tienen la racionalidad, la voluntad, la libertad y,
principalmente, la capacidad de amar. De tal modo que la sexualidad humana va
asociada a la afectividad.
El sexto mandamiento - “No cometerás actos
impuros” - compromete el ser humano con el desarrollo y vivencia plena de la
propia sexualidad, ayudándolo a dominar la dimensión meramente instintiva.
Todos saben que una de las características
de la cultura contemporánea es el hedonismo, o sea, la búsqueda de la
satisfacción sexual como un valor en sí mismo, sin restricciones ni límites.
Son consecuencias del hedonismo: la maternidad/paternidad irresponsable, el
aborto, las enfermedades de transmisión sexual, la prostitución, la industria
pornográfica, la trata de personas, la pedofilia, la seducción de menores, las
infidelidades conyugales, la unión libre etc.
A fin de preservar el ser humano y la
sociedad en general de las consecuencias terribles del hedonismo, Dios se
ofrece para caminar a su lado y ayudarlo-lo en el auto-dominio como expresión
del amor propio y a los demás.
Las primeras comunidades cristianas comprendieron que el Espíritu Santo habitaba el cuerpo de los fieles, volviéndolos Sus templos y moradas.
Las primeras comunidades cristianas comprendieron que el Espíritu Santo habitaba el cuerpo de los fieles, volviéndolos Sus templos y moradas.
Así, es necesario que las madres y padres
(primeros responsables en transmitir la fe a los hijos), y catequistas enseñen
los niños, adolescentes y jóvenes a glorificar a Dios también a través de la
vivencia plena de la propia sexualidad, al final ellos son imagen y semejanza
del Creador, fueron redimidos por el Salvador, y son habitados por el
Santificador.
También deben vivir la castidad las personas solteras, las casadas, las viudas, las consagradas, los ministros ordenados, cada cual conforme su estado de vida y vocación. Deben vivir la castidad en los actos, pero también en los pensamientos y en las palabras.
También deben vivir la castidad las personas solteras, las casadas, las viudas, las consagradas, los ministros ordenados, cada cual conforme su estado de vida y vocación. Deben vivir la castidad en los actos, pero también en los pensamientos y en las palabras.
En el camino de la santidad, las mujeres y
hombres reciben de Dios la ayuda necesaria por medio de la oración constante y
de los sacramentos, especialmente la Eucaristía y la Reconciliación.
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